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María Corina Machado ha sido una invitada frecuente de estas páginas, y si hace algún tiempo no le dedicaba una columna completa es por saberme ineficaz en la ardua labor de tumbar a un dictador como Maduro, pero vaya que los amigos del comité Nobel de Oslo tienen mucha más fuerza que yo. Ellos acaban de darle a la líder venezolana el Premio Nobel de la Paz, o sea un empujón invaluable.
Repasemos algunos hechos fundamentales en esta historia. María Corina, quien hubiera barrido en las elecciones de 2024, no pudo estar en el tarjetón por una leguleyada burda y cínica del régimen. Después, lanzó con tranquilidad a Corina Yoris, si bien a la nueva Corina también le fue negado su obvio derecho. Entonces escogieron a Edmundo González Urrutia, un diplomático mayor y ya retirado, a quien no había manera de inhabilitar. Vaya uno a saber qué pensaron en el régimen que iba a pasar, pues González Urrutia también ganó por un amplísimo margen. Para decirlo en breve, los venezolanos preferían casi a cualquier persona en vez de Maduro. ¿Consecuencias? Que, con un cinismo de campeonato, el régimen delincuencial optó entonces por robarse las elecciones en descampado, sin presentar prueba alguna de su supuesto triunfo. Ergo, la transición se aplazó mientras la represión aumentaba y a María Corina se le ponía el camino más empinado. Claro, donde los gorilas venezolanos no tienen voto es en el comité Nobel de Oslo, y allá perdieron por goleada.
María Corina está en Venezuela y a veces sale a las manifestaciones, vestida de jeans, cinturón de cuero, botas y camiseta con mangas. Después se vuelve a esconder, según lo entiende el comité del Nobel en su comunicado: “Durante este año pasado, la señora Machado ha sido forzada a vivir en la clandestinidad. A pesar de serias amenazas contra su vida, se ha mantenido en el país. Una decisión que ha inspirado a millones...”. La galardonada tiene 58 años y lo más probable es que no pueda ir en persona a recibir su premio, aunque con ella nunca se sabe.
Ella escribió lo siguiente tras ganar el Nobel de la Paz: “Maduro decide si lo toma o lo deja, pero va a salir con o sin negociación”. Está muy claro que Maduro por su propia voluntad no va a dejar el poder, así que alguien tendrá que obligarlo. ¿Cómo? Debe de tenerse muy en cuenta que la lucha de María Corina nunca fue para obtener un premio, ni siquiera el Nobel de la Paz, sino para deponer al dictador. Y en eso la ayuda de Trump, le guste a uno o no, puede ser crucial. De ahí la extrema condescendencia que ella demostró con el presidente gringo desde el día en que anunciaron su galardón. El mensaje puede ser algo así como: venga, Donald, aplique la potencia contra Maduro y sus secuaces. Después hasta le regalo el medallón.
La pelota está otra vez en manos de los militares del país, acusados con amplias razones de conformar el Cartel de los Soles, es decir, un régimen narcotraficante. ¿Serán tan insensibles que ignoran lo que casi todo el mundo les pide? Ya lo veremos, pero al menos a mí no me gustaría estar en sus pantalones, así lleven los bolsillos llenos de dólares robados. Sea como sea, María Corina ha aceptado la participación de Trump en el entramado, tal vez con la esperanza de que la combinación de las recompensas por Maduro y Diosdado Cabello, sumada a las acciones de seguro activas de los militares americanos, surtan el necesario efecto de magia y Maduro salga del poder como pepa de guama. Ya lo veremos.
