Desde hace, qué sé yo, décadas, soy adversario y crítico de los extremismos musulmanes, tipo Hamás. Me indigna que obliguen a las mujeres a usar burka, que no celebren elecciones libres, que maten y pongan bombas, que recurran al repulsivo método de los islamizases. Y vaya que mi opinión no ha cambiado.
Sin embargo –y la objeción aumenta de tamaño semana a semana–, la respuesta claramente genocida del Estado de Israel me parece atroz. Israel no es ninguna democracia pues su Constitución reconoce ciudadanos de primera, los judíos, y de segunda, los palestinos, la mayoría de estos últimos nacidos allí. Siempre que surge el...
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