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Un año sangriento

Andrés Hoyos
22 de febrero de 2023 - 02:05 a. m.

El próximo sábado se cumple un año desde cuando Vladimir Putin ordenó a sus tanques y tropas invadir a Ucrania en masa, contrariando lo que pensaban los acostumbrados a la relativa paz mundial –yo entre ellos–. Desde entonces, las ópticas del mundo se fracturaron de forma dramática. Y vaya que hemos vivido un año sangriento.

Al comienzo la guerra iba mal para Ucrania, después fue mucho mejor, y en los últimos meses, el asunto se he estancado, con ambos bandos teniendo pérdidas y bajas muy notables. Según esto, las buenas noticias para las fuerzas de Ucrania se han vuelto exiguas en las últimas semanas. Ojo, esto no significa que estén perdiendo la guerra, solo que la recuperación de terreno se ha dificultado. Para los rusos, las “mejoras” les están saliendo extraordinariamente costosas.

Por lo mucho que he leído, diría sin ánimo de polemizar que un cálculo muy aproximado del número de soldados rusos muertos en Ucrania pronto llegará a los 100.000, con por lo menos el doble o hasta el triple de heridos; las bajas ucranianas son por ahí la mitad. ¿Por qué importa esto? Pues porque entre más alta sea la cifra, más rápido terminará la guerra. Rusia no tiene una disponibilidad ilimitada de reclutas.

La pregunta del millón, o de los varios millones, es cuánto tiempo durarán las municiones de lado y lado. Se habla de meses. Y ¿cómo sería una guerra con pocas municiones? Ya se verá. No se va a llegar a la carencia total, pero sí a una muy menor disponibilidad. Por lo que se ha visto, la escasez de municiones podría favorecer a Ucrania, dado que sus tropas están mejor motivadas y podrían sacar ventajas del combate cara a cara, implícito en la falta de municiones.

Hay, eso sí, realidades ineludibles. Putin es todavía popular en su país y la economía rusa no está tan mal. Al mismo tiempo, el apoyo internacional a Zelensky y sus muchachos se mantiene firme, como se mantiene la derrusificación de Ucrania cada vez más evidente, empezando por la literatura y la cultura. Un factor central serán las armas sofisticadas en manos ucranianas. Pues bien, circula la noticia de que este año los americanos podrían dar aviones F-16 a la fuerza aérea del país. La propuesta tiene apoyo bipartidista en el Congreso de Estados Unidos, es decir, ya ganó la batalla más dura. ¿Dirá Biden que no? Esperemos que ceda.

Poco lee uno sobre las “razones” que hay detrás de las acciones genocidas de Putin. ¿Cómo opera su “lógica” ilógica y cuál es la fuerza motriz primordial que mueve ahí las cosas? Aventuremos algunas conjeturas. Queda visto que para una dictadura incurrir en yerros graves es sencillo. El propósito no es el bienestar del país, no son las ganancias colectivas derivadas, no son las pulsiones históricas; nada de eso predomina; predominan el ego y la necesidad de preservar el poder del mandamás, en este caso, Vladimir Putin.

Hoy por hoy se estima que habrá dos contraofensivas en la primavera, la rusa y la ucraniana. En unos meses el mapa de poder será muy distinto. Porque, eso sí, esto no se queda así, esto se hincha. En fin, todo este asunto se suele ver bajo la distorsión de las intenciones del dictador ruso, lo que él quiere y no quiere. Sin embargo. importa mucho más lo que puede y no puede. Y vaya que ganar la guerra hace parte de lo que no puede.

Queda pues visto que la historia también se repite como mamarracho.

andreshoyos@elmalpensante.com

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