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Aprender a perder

Antonio Casale

09 de julio de 2014 - 10:08 p. m.

La sociedad colombiana ha aprendido a ganar gracias a nuestros deportistas, pero aún no ha aprendido a perder.

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La costumbre de culpar a los demás por nuestras derrotas y la de alegrarnos por las desgracias ajenas así lo demuestran. El inconsciente colectivo culpó al árbitro de la derrota contra Brasil. Lo convirtió en el villano de la película, a él y a la Fifa porque, según esa teoría, el máximo ente del fútbol tenía todo arreglado para que el local fuera campeón.

Pero pasaron los días y en la semifinal Alemania trituró a Brasil. Entonces ya nadie habla de la Fifa ni del árbitro sino de que Alemania es Colombia en el Mundial. Imágenes de carros pitando y celebrando la desgracia brasileña en las calles criollas fueron frecuentes. Entiendo que todo eso hace parte del folclor que nos caracteriza. Pero dentro de esa curiosa forma de ser no hay otra cosa que una perversa manera de asumir las derrotas. Seamos claros: el árbitro fue malo para los dos, nadie puede decir con certeza que influyó en el resultado. El equipo cometió varios errores, tanto en el planteamiento como en las situaciones que generaron los goles. No vale la pena comentarlas porque resultaría insultante para con nuestros héroes. Pero saber perder debe hacer parte de la grandeza. Ese día Colombia no estuvo en su tarde, punto final. No es saludable responsabilizar a terceros por un resultado adverso.

Después, alegrarse por la desgracia de los locales resulta chistoso. Por una parte, es bueno que la gente sienta que alguien cobró venganza por nosotros y que se hizo justicia, disminuyendo así el dolor. Pero por otra parte, es vergonzoso que esa sea la manera de lograrlo. Es una consecuencia de lo primero, de no saber perder. Así como se culpó a otro por la eliminación en cuartos, se responsabilizó a otro de cobrar venganza. Qué triste.

De las postales bonitas que ha dejado el Mundial me quedo con dos que resumen el espíritu deportivo que debemos emular. El abrazo de David Luiz consolando a James y los gestos de Scolari para con los alemanes, felicitándolos, aún después de haber sufrido la peor goleada de su vida.

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La grandeza se debe demostrar tanto en la victoria como en la derrota. Los triunfos de nuestros deportistas nos han hecho crecer, sentir orgullosos y deseosos de emularlos en nuestras tareas diarias, en nuestra vida cotidiana, en nuestras propias competencias. Pero es evidente que aún tenemos mucho que aprender sobre la manera como se deben asumir las derrotas. Cabeza alta, reconocimiento al rival y autocrítica sana, esas son las claves. Lo que pase con los demás no debe hacer parte de nuestras desgracias.

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