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Antonio Casale
01 de octubre de 2013 - 09:01 p. m.
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La semana pasada, en estas mismas líneas, destacábamos la indolencia de los colombianos frente a la violencia relacionada con el fútbol. Dos muertos después, la cosa cambió. Tuvimos que ser testigos de otro lamentable hecho para que la sociedad reaccionara.

 Hoy el último asesino está tras las rejas y pagará su condena. Ojalá la reacción de las autoridades siempre sea igual de efectiva.

Es de resaltar que la suspensión del partido del martes pasado por parte del alcalde Petro cambió la indolencia por todo tipo de reacciones, lo que significa un gran avance para una sociedad futbolera que en varios sectores sigue sin reconocer la responsabilidad que el fútbol tiene en la violencia entre los mal llamados hinchas.

Lo cierto es que los clubes, en cabeza de la Dimayor, reconocieron que si bien el fútbol no es el culpable, las acciones venidas de parte de ellos tienen que ser más efectivas. Por ejemplo, la ley 1270 de 2009 exige a los clubes contar con un oficial de seguridad y además les exige la carnetización de las barras, sistema de comprobada efectividad en otras latitudes para el seguimiento de sus miembros tanto dentro como fuera de los escenarios. Ninguna de las dos se ha llevado a cabo, de manera que ahí le cabe una gran responsabilidad al fútbol.

Es verdad que los clubes en general no pasan por un buen momento económico, pero bien podrían gestionar créditos blandos con el Gobierno para la implementación de estas medidas.

El fútbol, además, sigue en mora de gestionar una verdadera campaña de educación al mejor estilo de la Cultura Ciudadana de Antanas Mockus, porque no es verdad que en los estadios se viva la fiesta en paz. No es necesario que haya muertos en los estadios para saber que las agresiones verbales a jugadores, entrenadores, periodistas e hinchas del otro equipo están a la orden del día. Y ni hablar del irrespeto a la numeración de los asientos, del estado en que quedan los baños y de los cánticos que se producen en el estadio. Todos esos factores son generadores de violencia que después, en las calles, se transforman en muertes violentas.

La suspensión del partido sirvió para hacer un alto en el camino, tomar medidas inmediatas y poner a todos los actores del fútbol a reflexionar sobre el tema. Pero no servirá de nada de cara al futuro si las autoridades no hacen cumplir la ley, no se ajustan las medidas contra los delincuentes menores de edad y que sigamos pensando que porque el fútbol no es el culpable, está ausente de cualquier responsabilidad.

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