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El barco se hunde, los números no acompañan, los puntos escasean, los goles no llegan y, lo peor, se viene Brasil.
Como siempre, la fe y la esperanza son lo último que se puede perder y hay que apostarles a ellas para empezar a recomponer el caminado. Pero a estos intangibles hay que sumarles que Colombia mostró mejoría frente a Paraguay. Los pentacampeones del mundo tienen la obligación de hacer una buena presentación ante su público, cosa que no sucede hace rato y esto puede jugar a favor nuestro.
A Brasil se le puede hacer daño, se lo hizo Bolivia cuando intentó quitarle la pelota y cerrarle los espacios, se lo hizo Venezuela a pesar de la derrota, cuando le quitó el balón lo desesperó y le creó un buen número de opciones de gol. Ellos tienen importantes individualidades a quienes no se les puede regalar un centímetro como Kaká, Robinho o Adriano. Pero sufren mucho cuando se les presiona, pierden el balón fácilmente y muchas veces no retroceden bien.
Colombia no puede salir a jugar de nuevo con tres volantes de primera línea y un enganche, la cancha es ancha y ahí entregaría espacios. Si la selección logra hacer dos líneas de cuatro sólidas, que jueguen lejos del arco propio, puede desesperar a un Brasil que con el correr de los minutos va a sentir la presión de un público que no está enamorado de su equipo. Creo que a partir de esa segunda línea de cuatro moderna pueden surgir cosas interesantes si se acompaña bien a Quintero, quien si pisa más el área, seguro va a crear peligro, y si se aprovecha el estelar momento de Rentería, quien gana todos los balones de pívot con facilidad pero a quien le sigue faltando un socio.
No es el mejor Brasil de la historia, se les puede irrespetar si se les quita le pelota y se intenta jugar al fútbol moderno en el cual la zona de volantes es clave para ganar los partidos. Importante eso sí que los laterales se preocupen más por marcar que por proyectarse, que miren el video del partido de brasileños contra venezolanos, a Kaká y Robinho no se les puede regalar un centímetro. Es una linda oportunidad para volver a ilusionarse, pero hay que meterla toda.
