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Da la impresión, por lo visto hasta ahora, que son Brasil y 31 equipos más.
Los de Dunga no se exceden en lujos, no les sobra nada, pero, lo más importante, tampoco les falta. Más allá de lo vistosos que puedan ser cuando quieren serlo Kaká, Elano, Robinho y Luis Fabiano, son efectivos. Llevan el equipo hacia adelante y aceleran de manera magnífica en el último cuarto de cancha.
Brasil presenta contundencia ofensiva, tema ausente en el Mundial, pues la mayoría de equipos carecen de esos volantes distintos tipo Elano o Kaká, capaces de elaborar una jugada diferente. En el mundo del fútbol, por el afán de contar con mediocampistas modernos, de marca y producción ofensiva al tiempo, terminamos sin lo uno y sin lo otro. Claro que, para que ellos cumplan, es necesario contar con buen respaldo en marca, y Gilberto Silva es a Brasil lo que no han podido ser Verón o Mascherano para Argentina.
Por si fuera poco, los de Dunga tienen solidez defensiva. Aunque ya han encajado dos goles en igual número de parpadeos, la presencia omnipotente de Lucio no sólo genera respeto, la sensación de cualquier delantero debe ser la de tener una pared gigante e impenetrable al frente. Además, el del Inter es capaz de sacar el equipo desde atrás cuando nadie aparece, inyectando ánimo y enjundia a los alegres jugadores ofensivos, que por momentos, y por característica propia, se distraen en el toque-toque improductivo. Por si fuera poco, cuentan con Maicon, la derecha de Brasil es una alternativa infranqueable en defensa y peligrosísima en ataque. Ni hablar del mejor arquero del mundo, Julio César, quien por ahora muere de frío en su cabaña, pues son muy pocos los balones que lo exigen.
No será el Brasil del 70, pero es un Brasil adecuado al mundo moderno, que conserva la magia guardada y la saca del sombrero cuando tiene que hacer uso de ella, y además es ordenado y serio en defensa.
