Todos los países de Suramérica ya tienen a sus campeones de fútbol. Mientras en España el título no sale de Barcelona o Real Madrid, en Italia del Inter, el Milan o la Juve y así en toda Europa, en nuestro continente hubo equipos chicos que salieron primeros y otros históricos lograron el título terminando con el ayuno de muchos años.
Argentina vio quedar campeón por primera vez en la historia a Banfield, un equipo de media tabla que se demoró más de un siglo para taladrar la historia. Ecuador felicitó al Deportivo Quito, que logró la máxima distinción por segunda vez en dos temporadas pero después de una sequía larga. Brasil entero presenció cómo luego de 22 años, Flamengo, el equipo con más torcedores del país, volvía a dar la vuelta olímpica. Bolivia, territorio dominado históricamente por el Bolívar o el Blooming, se estremeció con el campeonato del Real Potosí. En Paraguay pasaron más de seis décadas para que se volviera a coronar campeón El Nacional. Y varios calendarios corrieron antes de que los hinchas crema del Universitario de Deportes celebraran de nuevo en Perú.
En contraste, en Colombia, el poderoso DIM logró su tercer título de la década y quinto en su historia. El Táchira, que siempre pelea en Venezuela, lo volvió a lograr. Colo Colo, que es habitual campeón en Chile, y Nacional, titular uruguayo con mucha historia y presente, fueron escuadras que de alguna manera cobraron premio por su regularidad. Muy distantes, eso sí, de la que presentan los grandes de Europa que hacen que el fútbol en ese continente hace rato esté muy por encima del nuestro.
Puede ser cierto que ver a los mismos dar la vuelta resulte aburrido para los hinchas, pero la cultura allá es tan distinta que hay otras emociones tan valiosas como salir primero. En América cualquiera puede lograrlo y eso es parte de nuestra forma de ser y vivir la vida.
Pero esta irregularidad marcada por la pobreza dirigencial del área, equipos quebrados con directivos ricos, escuadras dedicadas a vender a cualquier precio a jugadores que apenas despuntan y la falta de estrategias serias, logran que esa emoción de ver a cualquiera campeón sólo sea el disfraz de un fútbol suramericano cada vez más lejano de tener el nivel europeo. No es que los equipos chicos se estén volviendo grandes, los grandes se están volviendo chicos.