Por ti conocí el amor y, por ende, el significado de alegría, pero también el de dolor.
Pasan los años y aún no sé cómo no sufrir con tu manera de retribuirme tanto sentimiento. En últimas, gracias a ti, comprendí que el amor no es en blanco o negro, el amor se mueve entre las emociones que producen todos los colores del arcoíris. Eso sí, me enseñaste que la felicidad es de un solo color, azul intenso.
En los últimos días pasamos del cielo al infierno. Son dos lugares tan distintos, que terminan por parecerse uno al otro. Son los escenarios del amor. Cómo olvidar esa tarde de domingo cuando demostraste hasta la saciedad que la grandeza está de vuelta, que el perdón que te he entregado con el corazón por los 23 años de tristezas valió la pena. Fueron tres orgasmos en 90 minutos que me pusieron a soñar como nunca antes con la esquiva estrella 14.
Pero el amor no es perfecto, apenas pasaron tres días y lo increíble sucedió. No quiero ni recordar las tres puñaladas que los jugadores de Júnior nos clavaron. Aún malherido tuve la esperanza de que desde el punto penal me despertara de esa pesadilla, pero no, la realidad era otra, una vez más, aterrizamos de barriga. Por unos minutos quedé de muerte lenta, sólo los que conocemos el amor verdadero sabemos lo que se siente, los demás no.
Y como el amor verdadero todo lo puede y todo lo perdona, unos minutos después de que cesó la horrible noche, me puse en la tarea de hacer un balance de lo que han sido estos muchos años en que hemos caminado juntos de la mano. No solamente no encontré ninguna razón de peso para sacarte de mis afectos y buscar nuestro divorcio, sino que me di cuenta, una vez más, de que mientras haya mañana, habrá esperanzas. Por eso, hoy más que nunca, desde la distancia de la eliminación te declaro mi amor. Seguiremos caminando juntos porque lo que no nos mata el sentimiento, lo hace más fuerte. Finalmente el amor, como el fútbol, nos da revancha. Por eso, aunque tú no lo valores, yo seguiré aquí, a tu lado, en las muchas malas y en las pocas buenas.