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Pasan los días y el dolor sigue ahí, como si tuviéramos una estaca clavada entre pecho y espalda, pero los primeros auxilios han sido bastante chambones, apenas para agravar la herida.
Tras una semana larga de la peor decepción futbolística de los últimos años, sólo se habla de reelección de dirigentes, poniendo sobre el tapete las cabezas de sus compañeros y haciendo nuevas alianzas para asegurar la gobernabilidad con directivos que a la vez son empresarios; votos a cambio de seguir en el poder, por supuesto votos que se deberán pagar de alguna manera. Me resisto a creer que exista alguien distinto a Bedoya para ser el presidente, pero independientemente de eso, está claro que el tema no es de nombres, es de estructura.
Mientras los futbolistas no tengan cabida en las decisiones de nuestro fútbol por el simple hecho de ser los protagonistas, cosa que ellos mismos tienen que exigir, mientras que la mayoría de equipos presenten deudas por debajo y por encima de la mesa, mientras a pesar de estar endeudados los equipos puedan contratar más jugadores aumentando la crisis, mientras la estructura de los equipos aficionados y las ligas no se modifique para que puedan volver a aportar jugadores menores con proyección, mientras los árbitros sigan siendo semiprofesionales, mientras la sede de selecciones se construya en Bogotá sin saber si es en la capital donde va a jugar, mientras los patrocinadores no exijan respeto por su inversión, mientras los medios sigamos pensando que sólo existe el fútbol y no le bajemos el nivel de impacto a nuestro mediocre torneo, mientras el Gobierno se haga el de las gafas para que nadie se de cuenta que de no ser por el fútbol, el Estado no hace nada importante por el deporte porque todo el presupuesto es para la guerra, mientras al entrenador de turno se le permita que haga lo que quiera desechando recursos como médicos deportólogos, psicólogos deportivos y nutricionistas que después le fueron útiles a Honduras, mientras las selecciones Sub 17 estén integradas por algunos Sub 25 como si fuera difícil darse cuenta de que un hombre de esa edad es distinto a un niño de 17, mejor dicho, mientras nada de esto pase, todos se van a seguir tapando con la misma cobija y nada va a cambiar.
Resulta inservible pensar en Bianchi o en Maturana, primero hay que estructurar la casa, construir la carta de navegación, y con base en ella buscar los nombres. Estamos en nuestro derecho de exigir que nos presenten la carta de navegación, que se dediquen a hacerla antes de pensar en mantenerse en el poder para intentar gobernar mientras se les tapan los errores a quienes los reeligieron.
