Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Chile vive, en cuanto a resultados, el mundo al revés en estas eliminatorias. Le ganó como visitante a Bolivia y a Venezuela, le empató en Montevideo a Uruguay, pero como local sólo le ganó a Perú, mientras perdió por idéntico marcador, tres goles a cero, en su casa frente a Paraguay y Brasil. Resultados que de haberse dado en Colombia y de locales, nos tendrían al borde del desespero.
Lo que esto significa es que el ofensivo equipo de Bielsa otorga espacios en defensa por volcarse al ataque y no tener efectivo respaldo en la parte posterior. Ha recibido seis goles en sus dos más recientes encuentros. “Ojalá todos los equipos nos otorgaran estas licencias”, declaró Elano, jugador brasileño, después del partido del domingo. Marcelo Bielsa creía que Brasil iba a esperar atrás, y Dunga lo sorprendió.
Es cierto que hay que tener cuidado con jugadores como Suazo, del Monterrey de México; Mark González, del Betis español; el poder creativo de Matías Fernández, del Villarreal, y la salida por derecha de Sánchez, del Udinese Italiano, apoyado desde atrás por Vidal, del Bayern Leverkusen alemán, aunque a este último extrañamente lo pusieron por la izquierda en el partido frente a Brasil.
Pero no es menos cierto que Chile ofrece ventajas en defensa con hombres como Marco Estrada, habitual volante en la U. de Chile, ahora improvisado como zaguero, y Hugo Droguett, del Morelia, como volante central. Medel, de la Católica, y Jara, del Colo Colo, completan una defensa insegura y poco efectiva.
Ésa es la razón por la cual la selección de Colombia no puede meterse debajo de la mesa a esperar a Chile, porque de esa manera facilitaríamos el trabajo de los australes en materia ofensiva, que es donde radican sus fortalezas. Ojalá Jorge Luis Pinto observe bien los videos de paraguayos y brasileños, en Santiago, porque aunque nosotros no tenemos ni a Ronaldinho ni a Robinho, y nos cuesta demasiado proponer, acrecentaríamos el desespero de ellos, que es mayor, si les quitamos la pelota en la mitad y exigimos a su defensa. Y por Dios, cuando la tengamos clarita, hay que meterla.
