Hace muchos años, los clubes, que son los que pagan los sueldos de los jugadores, han intentado que se reduzcan los permisos obligatorios que tenían que entregarles para que fueran a competir por las selecciones de sus países. Cuando comenzó la pandemia hubo un acuerdo, no firmado, entre la FIFA y la UEFA, según el cual mientras durara la pandemia los clubes no estarían obligados a prestarlos. Ya se tuvo que cancelar una jornada eliminatoria en Suramérica por eso.
Para esta oportunidad, la FIFA le garantizó a la Conmebol que los clubes europeos prestarían a sus futbolistas para dos triples jornadas, que incluían dos días más de lo habitual, y así poder quedar al día en el calendario de eliminatorias para el Mundial de Catar. Sin embargo, Inglaterra y España, argumentando distintas razones, optaron por no hacerlo, y Portugal e Italia, dejaron en libertad a sus clubes de hacerlo y estos, por supuesto, no lo hicieron.
Entonces, Conmebol pierde con las dos soluciones posibles: si no se juega será muy difícil cumplir con el calendario estipulado para entregar los clasificados al Mundial finalizando el primer semestre del próximo año para el sorteo; pero si se juega se siembra un precedente que marcaría una ruta sin regreso para que de aquí en adelante se tenga que competir así, sin los mejores, que son los que están en Europa. Sin embargo, se va a jugar. El dinero de las taquillas que regresan, los derechos de televisión y patrocinadores está en juego y en estos tiempos nadie le puede hacer el quite a la plata.
Entonces se va a jugar con los futbolistas que se pueda jugar, lo que marcará una victoria histórica de los clubes, que en últimas lo que buscan es una negociación para acabar con tantas fechas FIFA. No nos digamos mentiras: la Champions y la Premier League están a nada de ser más importantes que un Mundial. En el baloncesto, por ejemplo, la NBA se comió al mundial hace muchos años. Las eliminatorias se juegan en un espacio de tiempo reducido y determinado. Eso es lo que buscan en el fútbol. La idea es que, por ejemplo, se haga una especie de Copa América, en campo neutro y durante veinte días, en verano europeo, para escoger los clasificados al Mundial.
Infantino, presidente de la FIFA, tampoco se ayuda. Su idea de realizar el Mundial cada dos años implica prácticamente que se haga la eliminatoria dentro del mismo certamen, ampliando dramáticamente el número de participantes en la fase final, entregándoles así el poder absoluto a los clubes. Sus maneras conciliadoras no funcionaron. Ese permiso tácito otorgado a comienzos de la pandemia le salió costoso y no tiene reversa.
Es que los argumentos de los clubes son poderosos y pasan por el dinero, pues son los que pagan el salario de los futbolistas, quienes a menudo regresan lesionados de sus selecciones, con largas horas de vuelo en poco tiempo y lugar a desconcentraciones.
Dejemos el romanticismo. El fútbol de selecciones, como lo conocemos, se acabó.
