Parece que en este país la única forma de sacar las cosas adelante es cuando nos sentimos víctimas. Asumir el rol del favorito, del bueno, es casi imposible, y cuando no hay odio en contra nos lo inventamos para sentirnos retados y es ahí cuando mejor funcionamos. El fútbol no es la excepción.
Ya el año pasado el entrenador de turno de Atlético Nacional, el mexicano Efraín Juárez, había construido una narrativa sobre un supuesto complot para sacar a su equipo del camino. Decía que el establecimiento se había confabulado para que Millonarios fuera el campeón y Falcao levantara un título en Colombia. Pues resultó poderoso el discurso, sus guerreros se convencieron de ello y con mucha rabia contra sus supuestos verdugos sacaron lo mejor para coronarse campeones de Liga y Copa en una semana.
Para este semestre el que se apoderó de ese discurso fue el plantel de Santa Fe. Se convencieron de un supuesto odio y minimización de sus capacidades de un sector de la prensa y el entorno, y a partir de ahí construyeron la mística que los llevó a eliminar a Millonarios el jueves pasado. Así lo reconocieron jugadores estelares de su plantilla, como Hugo Rodallega y Elvis Perlaza.
Santa Fe ganó sin atenuantes, fue más en la cancha, aprovechó los errores y administró la ventaja. No hay dudas, es un justo finalista. Pero eso no quiere decir que lo sucedido en el semestre no diera para un análisis en el que no fueran ellos los favoritos. Su insólita eliminación de Copa Libertadores a manos del peor equipo de Chile, precedida de un cuadrangular en diciembre para el olvido, en el que fueron goleados dos veces por Nacional, la derrota en la final del año pasado contra el pequeño de la historia, como lo era el Bucaramanga (esa vez no tenían contra quién sentir rabia) y la posterior irregularidad a lo largo de este semestre para terminar con una derrota en la primera fecha de los cuadrangulares, complementada con su muy pobre rendimiento como local, no daban para que desde lo racional cualquier análisis, incluso poco profundo, los diera como favoritos. No se trataba de destilar veneno como lo aseguró Rodallega posterior a la victoria contra Millonarios. Los hechos hablaban de una manera tan clara como la victoria que obtuvieron el jueves.
Del otro lado Millonarios, amplio favorito tanto el semestre pasado como este, con la clasificación a la final en sus manos en las dos ocasiones y con el liderato en la última fecha no tenía a quién odiar, no había nadie contra quién desquitarse y no supo asumir su rol de favorito. Les pasó esta vez (ya van muchas veces) a los azules, como también a los verdes de Medellín, que con la mejor nómina del país tampoco tuvieron la narrativa de la victimización. También le ha pasado muchas veces a la selección, a la gente en la oficina y en las calles, es nuestra manera de vivir. Es como si estar bien por hacer las cosas mejor nos incomodara, nos avergonzara, nos hiciera estar en una zona de confort que al tiempo es incómoda. Es insólito.
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