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Columna de Antonio Casale: Espíritu amateur

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Antonio Casale
24 de octubre de 2022 - 11:32 a. m.
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Dice mi tío José Ignacio que uno ve a las mujeres de las selecciones sub-17, sub-20 y de mayores así como a las que juegan la Libertadores femenina y da gusto la manera como respetan el juego. Aprecia que siempre miran hacia adelante, no se tiran al piso a perder tiempo, no pelean con el árbitro y son generosas con el espectáculo.

Le trasladé la inquietud a Nicole Regnier, mi compañera de ESPN y jugadora en uso de buen retiro de varias selecciones, y me dijo que precisamente de eso hablaron el otro día con las jugadoras del América y llegaron a la conclusión de que el hecho de haber crecido en un ambiente poco profesional, en el que el dinero siempre ha abundado por su ausencia y la lucha que han tenido que dar dentro y sobre todo afuera de las canchas para ganarse un lugar de respeto en el país futbolero han hecho que ese espíritu sea parte esencial de lo que se ve. Adicionaba que ojalá con las generaciones venideras, que encontrarán un panorama bien distinto en todos los aspectos, esto no se vaya a perder.

Haga de cuenta que usted va a jugar con sus amigos un pica’o de oficina en una cancha de fútbol cualquiera. Tal cual, ese es el espíritu aficionado, el mismo que celebra la victoria con una felicidad casi que infantil. Tan infantil como lo que sintió mi primo Javier el domingo pasado cuando se metió en un partido de parque y tras hacer ver sus cualidades técnicas lo escogieron entre los primeros en la repartición de los equipos. Ese fue el momento más feliz de su semana, así como el más retador fue cuando al comenzar el cotejo sus compañeros, que no sabían su nombre, lo llamaban “señor”. Uno sabe que el espíritu amateur está intacto cuando en un partido siente cosas como esas.

Por eso, cuando uno prende el televisor y ve la manera como muchos de los jugadores se tiran al piso, pierden tiempo, engañan al árbitro de manera intencionada para beneficio propio y otras tantas mañas como salir derrotado de un partido sonriente y abrazado con los rivales (ojo, una cosa es saber perder y otra cosa es que a uno le dé lo mismo ganar que salir derrotado), se siente impotencia, desazón y una aburridora sensación de desasosiego, porque muchas veces es la prueba de que para la mayoría de los futbolistas, como para la mayoría de profesionales de otras áreas, su actividad es solo una manera de ganar dinero para vivir.

Por fortuna, los pocos grandes cracks del fútbol, local y mundial, tienen en común que quieren jugar todos los partidos, que vacían el tanque siempre y que incluso se equivocan al sentir eso. Como Ronaldo, que el otro día, tras estar calentando durante más de cuarenta minutos se fue no solo de la cancha, sino del estadio, porque el entrenador no lo ponía a jugar. Esas cosas son propias de los pocos apasionados por su oficio que quedan. En el fútbol colombiano todavía hay algunos señores como Macalister Silva o Adrián Ramos, lástima que están en sus últimos días de actividad.

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