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Columna de Antonio Casale: La presidencia de la Dimayor

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Antonio Casale
08 de agosto de 2022 - 01:00 a. m.
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Parece ser un hecho. Con mucha suerte, Fernando Jaramillo, presidente de la Dimayor, no comerá natilla en su cargo. Al igual que a sus antecesores más recientes, Jorge Perdomo y Jorge Enrique Vélez, los equipos chicos —que son la mayoría en un sistema en el que todos los clubes afiliados tienen el mismo peso en las decisiones— los sacaron por la puerta de atrás.

Los tres tienen perfiles distintos, pero corrieron con la misma suerte. Jaramillo, un señor decente, con pasado en cargos importantes en empresas privadas de gran tamaño, que tiene un perfil conciliador, comercial y con buenos contactos, parecía poder hacer algo distinto y finalmente, aunque arriesgó parte de su prestigio para complacer a sus afiliados con acciones como mantener alejada a la asociación de futbolistas o lograr que la investigación por presunto cartel laboral instaurada contra 16 clubes —con pruebas como audios y documentos firmados por dirigentes— no llegara a buen término a través del manejo de sus buenas relaciones con los círculos de poder, será despedido.

Con su salida se pierde una linda oportunidad de hacer algo diferente para obtener resultados mejores en todos los aspectos. Hoy lo deportivo, lo económico y lo institucional vive sus horas más bajas y nadie parece querer emprender acciones. Es apenas obvio, los que mejor la pasan son los clubes chicos, los que mandan, con contadas excepciones viven de lo que los grandes producen en derechos de televisión y poco o nada les interesa progresar. Así están rico, se quejan todo el tiempo, pero uno nunca ve que alguno de sus dueños se haya ido porque el negocio es malo. Todos viven sabroso.

La semana pasada, Carlos Antonio Vélez anunció que los afiliados quieren que, tras lograr la salida de Jaramillo —que se irá con una cuantiosa suma de dinero, producto de una indemnización bien ganada—, Ramón Jesurún, presidente de la Federación, asuma temporalmente el cargo vacante en la Dimayor.

Ciertamente el último que pudo manejarlos a todos fue Jesurún. Lo hizo durante muchos años con su estilo de liderazgo poco vistoso, pero efectivo. En ese sentido, al menos sería una oportunidad para calmar las aguas e intentar barajar las cartas de nuevo.

Todos sabemos lo que hay que hacer para que el fútbol colombiano salga del limbo, pero nada de eso les sirve a los clubes parásitos. En ese orden de ideas, lo único que se puede hacer es que quien esté ahí como cabeza sea visto con respeto y credibilidad y no como un esclavo de los afiliados para que, a través del arte político de negociar, se logren algunos de los pendientes. Jesurún, con sus más y sus menos, es la persona ideal para al menos poner a marchar a la Dimayor.

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