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Luis Enrique, el revolucionario

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Antonio Casale
22 de septiembre de 2025 - 12:00 p. m.
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Luis Enrique siempre fue distinto. Como jugador y como entrenador. Ahora, desde el banquillo del Paris Saint-Germain, vuelve a sorprender con un experimento que parece sencillo, pero que nadie se había atrevido a institucionalizar: dirigir los primeros tiempos desde la tribuna.

No es un capricho. Desde arriba, dice él, el juego se entiende mejor. Es el mismo principio que aplican los entrenadores de rugby. Al descanso baja al banquillo, comparte lo que ha visto, ajusta lo que hay que ajustar y se planta en la línea de cal para el segundo tiempo. Y lo hará solo en los partidos de local. Revolución pura.

No es la primera vez que Luis Enrique rompe con lo establecido. En su época con la selección española montaba andamios en los entrenamientos para mirar la práctica desde una perspectiva diferente. A veces se subía a esas estructuras con parlantes que reproducían gritos de tribuna para simular la presión real de los estadios. Quería que sus jugadores sintieran, en un martes cualquiera, lo que se vive un domingo en una final.

Durante el Mundial de Catar también cambió las reglas de la comunicación. Mientras sus colegas repetían lugares comunes en ruedas de prensa, él transmitía en Twitch. Contaba lo que hacía, respondía preguntas de la gente, abría la puerta a los hinchas y desplazaba a los medios tradicionales a un segundo plano. No fue solo un gesto: fue un cambio de paradigma en la manera de relacionarse con la opinión pública. Un seleccionador nacional hablando sin intermediarios, con naturalidad, con humor, con pasión. Otra revolución.

Su carrera, además, habla por él. Ganó un triplete con el Barcelona en 2015 y otro con el PSG en 2025. Es apenas el segundo técnico en la historia capaz de hacerlo con dos clubes distintos. Su fútbol siempre ha tenido un sello: intensidad, ocupación de espacios, presión asfixiante. Pero más allá de la pizarra, lo que lo define es esa necesidad de mirar el fútbol desde ángulos que otros ni se atreven a explorar.

En 2019 perdió a su hija pequeña, Xana, víctima de un osteosarcoma. Lo hizo con entereza, sin victimizarse, y esa experiencia lo volvió todavía más intenso, más humano y más cercano en medio de su búsqueda incesante por reinventarse.

En el fondo, Luis Enrique representa algo que trasciende al fútbol. Nos recuerda que la innovación no consiste en inventar lo imposible, sino en atreverse a ver lo de siempre desde otro lugar. A subir un par de escalones más arriba para tener una mirada distinta. A comunicarse con la gente de otra manera. A no conformarse con el manual.

En todos los oficios hacen falta personajes así. Gente apasionada, inconforme, capaz de romper rutinas y de crear caminos nuevos. Luis Enrique, con sus triunfos, sus derrotas y sus revoluciones, nos recuerda que siempre es posible dirigir la vida desde arriba para entenderla mejor abajo.

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UJUD(9371)28 de septiembre de 2025 - 02:49 p. m.
Me gustó esta columna.
Isidro(43405)23 de septiembre de 2025 - 07:16 p. m.
Bien!!
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