Colombia vuelve a disputar las semifinales de una Copa América, cosa que no pasaba desde 2016 en la edición Centenario. Eso es bueno. Ahora, en cinco partidos, de quince puntos posibles, apenas ha ganado cinco, para un rendimiento del 33 %, y solo ha marcado tres goles. Eso no es tan bueno.
Lo primero se ha logrado con muchos aspectos positivos que le quedarán a Reinaldo Rueda para encarar lo que viene en la eliminatoria. La personalidad mostrada por el equipo ha sido superlativa. Nada que ver con el caos mental sufrido en las goleadas del año pasado frente a Uruguay y Ecuador. El equipo ha lucido concentrado. Se han cometido pocos errores de esos tradicionales de nuestra idiosincrasia futbolera y nuestra manera de vivir. Todos, incluidos los delanteros, corren y se sacrifican; eso debería estar implícito en el contrato. Lo sé, pero todos sabemos que no ha sido precisamente una constante histórica, por eso hay que resaltarlo. Eso explica, en gran medida, la manera como se sacó adelante el duelo ante Uruguay, un equipo que si algo ha mostrado históricamente es personalidad y fortaleza mental.
Lo segundo es la solidez defensiva. Hacerle un gol a esta Colombia es difícil. No solo por los buenos momentos individuales de Ospina y los centrales, sino porque el cuarteto posterior está sincronizado y el medio campo le ayuda a filtrar bien. Estos días de trabajo han servido para que Dávinson y Mina se compenetren en la cancha, para que Barrios se afiance en su función de quite de pelota en el medio y para que apreciemos la grata sorpresa de esta Copa en términos de jugadores. Por ejemplo, la aparición de Daniel Muñoz, debutante en este primer ciclo de Rueda y ahora indudable titular. Su aporte en las dos fases del juego, con y sin balón, es invaluable.
A pesar de los pocos goles marcados y de la falta de definición, se siente el peligro cuando Duván Zapata toma la pelota dentro del área. Es cuestión de marcar un gol para que se destape. Así mismo, se siente que se prenden las alarmas de los rivales cuando Colombia ataca, porque tiene muchos hombres con altas capacidades ofensivas.
El liderazgo de Cuadrado es invaluable. Que nuestro único jugador en un equipo de élite mundial asuma el rol que tanto merecía de una forma positiva, propositiva y colectiva nos deja tranquilos. Gracias a ese detalle, cuando James vuelva se pondrá el overol y tendrá que entender que, siendo uno más, tiene todo para ser el diferente que todos queremos y sabemos que es.
