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“Ningún deportista lo hace por la patria, es por uno mismo” afirmó, entre otras cosas, el piloto Juan Pablo Montoya, el rey sin corona de la Fórmula Uno, el más grande automovilista que ha dado nuestro país. Más adelante dijo que es chévere que reconozcan el trabajo de los deportistas y reafirmó que la motivación es individual.
A Montoya nadie le regaló nada. Cuando comenzó a figurar a escala internacional contó con la fortuna (consecuencia de alguna manera de locura) de que su papá apostó todos los recursos de la familia, por su trabajo, y contactó a unos amigos que lo apoyaron para poder mantener una apuesta incierta en un mundo tan costoso como el del automovilismo.
El deporte de Montoya es individual y cuando se comienza a competir en el ámbito mundial los equipos de apoyo son integrados por personas de varios países. Mecánicos, escuderías, ingenieros, etc. Todos se deben a una profesión que nada tiene que ver con una competencia entre países. En Italia, por ejemplo, los aficionados a la F1 son seguidores de Ferrari, independientemente del piloto que conduzca el auto.
Ahora, bajemos esto a las disciplinas de corte olímpico. En las individuales, los deportistas del ciclo olímpico reciben ayuda económica del Estado cuando se determina que tienen talento para pelear medallas y mundiales. Se puede discutir la manera en que se financia, si el monto es suficiente para que el deportista prepare sus competencias o no, y claramente se podría hacer mejor desde el Ministerio del Deporte.
Nuestra nación, como todas, es imperfecta. Allí hay un vínculo entre Estado y deportista que genera una relación con el país, teniendo en cuenta que el Estado somos todos. Ahora, que el deportista sienta que compite por Colombia o no es algo netamente personal. A muchos se les ve llorando cuando suena el himno del país en donde estén compitiendo y a otros, como a Montoya, les debe importar poco.
Cuando hablamos de deportes de grupo como el fútbol, el baloncesto o el voleibol la cosa se complica. Para París solo clasificó el equipo de fútbol femenino, y esa ha sido la tendencia histórica: pocas veces clasifican nuestros equipos y es mejor ni hablar de su desempeño.
Es claro que nos falta cultura de trabajo en equipo tanto en los deportes como en la vida misma, y mientras la bandera no sea un motivo de identificación, será muy difícil que se entienda el concepto de competir por la patria. El hecho de ser un país con tantos minipaíses adentro, para estos menesteres, nos pasa factura a la hora de querer unirnos en torno a algo.
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