Nos pasamos el tiempo hablando de lo ideal que sería que los equipos de fútbol hicieran procesos deportivos con miras a ser consistentes en la búsqueda de más títulos, que es lo que la hinchada y los directivos quieren, y más ventas de jugadores, que es lo que los directivos, en su legítimo derecho como dueños de los clubes, quieren.
Sin embargo, alrededor de lo que debería ser un proceso deportivo se ha tejido una cantidad de verdades absolutas que no necesariamente lo son. Para comenzar, es preciso señalar que no todos los clubes necesitan la misma estrategia. Si para esto existiera un manual todo sería muy fácil.
Por ejemplo, eso de creer que si no es bajo una misma cabeza en el cuerpo técnico no se puede hablar de procesos es relativo. Si bien en Millonarios la paciencia que se le tuvo a Alberto Gamero y su grupo de trabajo está cobrando frutos cuatro años después con títulos, venta de jugadores y una fábrica que produce los reemplazos de los que se van (Rivaldo reemplazó a Mosquera; Gómez, a Rivaldo; Cortés, a Gómez, y Beckham, a Cortés), ha funcionado, también hay casos de clubes que con permanentes cambios de entrenador cumplen sus objetivos en todos los ámbitos.
En Boca Juniors, en el mismo período de tiempo que lleva Gamero en Millonarios, han pasado por el puesto de entrenador Gustavo Alfaro, Miguel Ángel Russo, Sebastián Battaglia, Hugo Ibarra y Jorge Almirón. También ha levantado seis trofeos nacionales y hoy es finalista de la Copa Conmebol Libertadores. En venta de jugadores ni hablar: siempre han sido de los mejores exportadores del continente. En la vereda del frente está River, que apostó al proceso ocho años y medio de Marcelo Gallardo como DT y Francescolli como director deportivo para ganar todo lo posible una y otra vez, potenciando las ventas en todas las materias del mercado. Ahora intenta armar algo similar con De Michellis en el banco.
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