Las ruedas de prensa fueron creadas para que los logos de los patrocinadores estuvieran en todos los medios de comunicación con la excusa de estrechar los lazos entre auspiciantes, protagonistas del deporte, fanáticos y periodistas; pero pocas veces dejan noticias o contenidos relevantes.
Con esto se sacaron de encima el contacto cara a cara que antes existía entre la prensa y los deportistas. Recuerdo que uno iba con su grabadora de periodista y al final de los entrenamientos esperaba a los futbolistas para grabar unas charlas que por lo general eran espontáneas y dejaban contenido para la gente. Pero cuando los deportistas comenzaron a convertirse en productos de mercadeo cuyas palabras debían ser cuidadas al máximo para no quedar nunca mal con nadie, estos encuentros comenzaron a ser prohibidos para dar paso a las famosas ruedas de prensa.
En ese escenario se creó el cargo de jefe de comunicaciones en las instituciones deportivas. A los jugadores los llevan a capacitaciones con expertos que les enseñan a “sobrevivir” a las preguntas incómodas y los mánager, que antes trabajaban con cantantes, escogen a los entrevistadores de los pocos cara a cara que quedan, no sin antes asegurarse de sacar algún lucro económico mediante la promoción de algún producto, lo que obliga al comunicador a hacer un publirreportaje antes que una entrevista.
Para rematar, las ruedas de prensa son cubiertas por periodistas que en su mayoría buscan el lucimiento personal para lograr relevancia editorial. Aprovechan este escenario para lanzar opiniones antes que preguntas, lo que termina convirtiéndolos en presas fáciles de manejar por parte de los expertos deportistas o directores técnicos, que se sientan en esas mesas ante un pelotón de fusilamiento que dispara balas de espuma.
A los deportistas les saben a estiércol las ruedas de prensa. La semana pasada la tenista Naomi Osaka se negó a asistir a una, obligatoria, después de ganar su primer partido en Roland Garros. Le metieron una multa de US$15.000 y terminó por renunciar al torneo, argumentando que las ruedas de prensa le producen episodios de ansiedad. Hay que anotar que Osaka ha presentado problemas de depresión en los últimos tiempos. No pretendo meterme en un asunto tan espinoso como las enfermedades mentales que, entre otras cosas, se pueden controlar pero no curar. Lo cierto es que las ruedas de prensa son hoy en día parte del trabajo de los deportistas y si no están en capacidad de atenderlas, a pesar de lo poco relevantes que son, pues no pueden ir a la oficina, lo que incluye no competir.
En las redes sociales, en cambio, los deportistas se conectan más genuinamente con sus fanáticos y aunque reciben permanentes insultos emitidos por desconocidos que se esconden tras un teclado para descargar su furia, prefieren esto a someterse a una rueda de prensa. Así de mal está ese formato. Llegó la hora de inventarse otra cosa.