Los directivos de la Federación están de acuerdo con Reinaldo Rueda en que el mal momento de la selección es inexplicable, como si el equipo de todos, además de poner corazón(algo intrínseco en el compromiso de cualquier actividad), hubiera jugado bien al fútbol en la eliminatoria. Alberto Gamero dijo que la eliminación de Millonarios de la Copa Conmebol Libertadores es parte de un proceso, como si en junio no se le fueran a llevar a Daniel Ruiz y a quien aparezca este semestre jugando más o menos bien. Los referentes de Nacional apenas dijeron no haber estado a la altura del compromiso frente a Olimpia. Juan Cruz Real, entrenador de Júnior, dijo que en Colombia se juega muy bien al fútbol, pero que siempre a los de acá les toca con argentinos y brasileños en la fase de grupos de los torneos internacionales y así es difícil avanzar. Hernán Torres, entrenador del Tolima, nos dijo que los árbitros les meten la mano a los equipos colombianos. La Dimayor ha citado una asamblea extraordinaria, pero no para hablar del pésimo momento que vive nuestro fútbol sino para acomodar el reingreso del Cúcuta Deportivo, en manos del mismo que lo hizo desaparecer, con dinero prestado de los clubes que se tapan con la misma cobija.
Parece que los únicos que no se han dado cuenta de que estamos en la peor crisis del fútbol colombiano en todos los aspectos desde la década del 60 son los miembros de la familia del fútbol. Uno puede discutir las formas, pero jamás podrá debatir los resultados, los cuales dicen que estamos por fuera del Mundial de Catar, que quedamos eliminados de los Olímpicos en un torneo disputado en nuestra casa, que a los últimos mundiales de categorías menores no clasificamos, que ningún club colombiano pasa de la fase de grupos de la Libertadores desde 2018 y que solamente Luis Díaz y Juan Cuadrado, ya en su ocaso, juegan en equipos de élite mundial.
Cuando uno está enfermo lo primero que tiene que hacer es reconocerlo para después buscar ayuda, pero el establecimiento del fútbol no tiene la más mínima intención de cambiar. En pocos días se reelegirán, una vez más, Ramón Jesurún y Álvaro González en sus cargos federativos. Los otros miembros del comité, así sean otros, serán sus títeres, nada va a cambiar.
Como tampoco cambiarán las formas en el fútbol formativo. No se construirá la Primera C, tan importante para darles rodaje a los jugadores jóvenes, ya que las ligas solo producen votos en las asambleas a cambio de beneficios personales. Mucho menos se reducirá el número de equipos en la A, para tener una liga competitiva, ni se contemplará cambiar el arcaico formato de nuestro campeonato, que les permite a los equipos vagar durante diez o doce fechas por los campos de Colombia sin sentir la presión que exige el alto rendimiento. Obviamente, no serán tenidos en cuenta los futbolistas en la toma de decisiones, como hasta ahora, y seguirán regresando jugadores a algunos equipos grandes que se fueron jóvenes a México o Estados Unidos, cuestan un dinero incalculable y no tienen hambre de gloria.
El fútbol colombiano está enfermo y quienes lo manejan se siguen haciendo los locos.