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Después de un primer tiempo de caricatura en el que Colombia vio entrenar a Brasil y tanto Ospina como Mina volvieron a ser figuras individuales en medio de un colectivo que no elaboró juego ni quitó la pelota, Colombia se puso el overol, reconoció su tamaño y desde sus posibilidades, que son las de un equipo físico, que va al choque y presiona con amor propio, terminó sacando un punto de oro frente al pentacampeón del mundo. Ya olvidémonos de jugar bonito, lo nuestro es trabar el juego, mantener al rival lejos de la puerta propia y buscar en algún contragolpe posibilidades de gol.
Colombia no tuvo ninguna opción de gol dentro del área contraria, lo que demuestra que tenemos un problema de elaboración. Lo poco que se produjo se logró con tiros de media distancia de Quintero y Zapata, quien, dicho sea de paso, demostró que puede ser una gran opción para ser titular en la medida en que sus buenas maneras como pívot, jugando de espaldas al arco, puedan ayudar a conectar al medio con los extremos.
Lo mejor que tiene Colombia es que es muy difícil ganarle y en ese sentido los rivales juegan para nosotros. Ecuador perdió con Venezuela; Perú, que se estaba metiendo en la conversación, salió derrotada en Bolivia. Los rivales por la clasificación son una montaña rusa de emociones. A nosotros nos cuesta llegar al arco contrario, es verdad, pero a los rivales les cuesta mucho más ganarnos.
Ganarle a Ecuador significaría pasarlos en la tabla y muy posiblemente meternos entre los cuatro que tienen cupo directo a Catar, pero para eso se necesitará algo más que “testiculina”. Habrá que encontrar la manera de llevar la pelota al área contraria y la presencia de Duván Zapata desde el comienzo puede ser una buena idea para conectar las líneas. Este equipo no tendrá lírica, pero tiene amor propio, y eso tiene un valor infinito.
