Juan Carlos Osorio responsabilizó al árbitro por la derrota de su México ante Brasil. De una forma más diplomática, Pékerman hizo lo mismo después del juego de Colombia ante Inglaterra. Por donde uno pasa y se encuentra a un colombiano encuentra que el gringo innombrable que pitó el martes fue el primer responsable de la derrota.
Son reacciones normales, consecuencia de la frustración que produce el hecho de no haber logrado el objetivo. Pero no es correcto culpar al árbitro de la derrota.
En el caso particular del partido entre Colombia e Inglaterra, el gringo estuvo muy mal, para los dos. El partido se le fue de las manos muy rápido. Razón tienen los ingleses en que los nuestros fueron provocadores, cometieron más faltas de lo normal y trabaron el juego. Esa era la idea, objetivo cumplido. Colombia tenía que interrumpir el ritmo que quería imponer Inglaterra y lo hizo.
También es cierto que se equivocó en la jugada del “gol” de Bacca porque no la debió invalidar, pero el tanto se convirtió mucho después del pito del juez, nunca sabremos si hubiera sido o no gol. El penal era penal. No se necesita mala intención e incluso imprudencia. Se lo llevó puesto y punto. Si hubiera sido al revés no estaríamos discutiendo.
Culpar a los demás por lo que nosotros no podemos lograr es una reacción natural y se debe quedar ahí. Lo cierto es que Colombia hizo todo lo que pudo, planteó el juego de una manera inteligente, de hecho no perdió el partido, y lo perdió por un penal. Ellos cobraron mejor y ya. El deporte tiene eso, es cruel a veces, lapidario. Pero no culpemos al árbitro que sí, lo hizo muy mal, pero no incidió en el marcador.