Esta semana y en tan solo tres partidos, dos equipos de la B lograrán lo que no han conseguido en años: volver a la primera división.
Los dueños del fútbol consideran que si amplían el número de equipos, la gente volverá a los estadios y en consecuencia el negocio será mejor.
Por otro lado, los que ya están en la A se ven a gatas para armar sus oncenos de cara a 2015, a pesar de que el dinero que ingresará por concepto de patrocinio será mucho más que el que había antes. Equipos como el Pasto, incluso, adeudan a ocho de sus jugadores varios salarios atrasados. Eso sí, ya contrataron a Óscar Quintabani adelantándole su primer mes de sueldo.
Entre tanto, en Italia, Carlo Tavecchio, presidente de la Federación Italiana de Fútbol, ha anunciado un plan para reducir de 20 a 18 equipos la popular Serie A. Argumenta que cada vez hay menos dinero de los privados para el fútbol y que repartirlo entre menos equipos haría que estos fueran más viables y en consecuencia el nivel, mermado en los últimos años, vuelva a ser el de antes. Asegura además que se creará un mecanismo interno de la Federación, al estilo de la Bundesliga alemana, donde también compiten 18 equipos, para ejercer control sobre las finanzas de los clubes.
Las matemáticas simples indican que el modelo que quieren implantar en Italia, a la usanza del alemán, puede salir mejor. Menos por menos siempre da más. Por mi parte hubiera preferido incluso reducir a dieciséis o a catorce, sin importar cómo se llamen, los equipos de la primera división en Colombia. Es claro que en nuestro país priman los intereses particulares por encima del bien común.
Camilo Vargas III: Como siempre en la industria del fútbol, se impone el poderoso, el que pone el dinero. De nada sirvieron la voluntad expresa del jugador para quedarse en su equipo del alma, ni las buenas intenciones del presidente Pastrana. Nacional, que pagó el dinero y en el establecimiento el que paga decide, aceptó que el jugador no quiera estar allá, pero dispuso de su futuro y decidió que tampoco esté en Santa Fe.
En la industria del fútbol la libertad se compra con dinero. Lo hemos dicho muchas veces en esta columna: hay un punto en el que los futbolistas se convierten en esclavos de alto nivel. A Camilo le buscarán un equipo donde Nacional, como la haría cualquier otro, sepa que su inversión se puede multiplicar y el arquero no tendrá más remedio que decir que sí, se mostrará contento ante las cámaras y la vida seguirá igual.