Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Hacemos parte de una sociedad especialista en juzgar a los demás.
Sobre todo a esos pocos que en su vida han marcado la diferencia a su favor. Es como si tuviéramos una rabia represada, reservada para el momento en que ellos caigan. Como si en los pocos fracasos de ellos viéramos reflejados los muchos nuestros. Para la muestra Redín y Messi.
Bernardo Redín, el mismo que tantas glorias nos dio como futbolista, el mejor socio que haya tenido El Pibe Valderrama, el mismo que marcó dos goles en el Mundial de Italia después de 38 años de sequía, fue víctima de matoneo por parte de la Fiscalía. Llegaron a su lugar de trabajo como entrenador del Bucaramanga, lo retuvieron y se lo llevaron. Estuvo “guardado” por un espacio de 13 horas. Todo por una deuda no aclarada de miserables $2,5 millones con la DIAN, de su época de entrenador del Huila en 2006. Antes de que se supiera el insulso motivo de su captura, la patria lo juzgaba. Que ahí están pintados los futbolistas, que se metió de “traqueto”, que no responde por los hijos. Esas fueron las acusaciones más nobles que se leyeron en las redes. Quienes lo retuvieron hacen parte del mismo país que le dio mansión por cárcel a uno de los gestores del millonario descalabro de Interbolsa, donde se perdieron miles de millones de pesos y cuyos otros responsables continúan por las calles, buscando desde la libertad la manera de resarcir a algunas de sus víctimas; pero un país que no duda en faltarle al respeto a Redín, una de las muy pocas personas entre tantos millones de colombianos que dejaron el nombre de Colombia en alto por cosas positivas.
Pero no es un mal nacional. El final del año pasado y el comienzo de este no habían sido los más afortunados para Lionel Messi, ese enano que durante tantos años nos ha pintado innumerables sonrisas futboleras en la cara. De una lesión y un par de meses de rendimiento irregular hicimos toda una tragedia. Que perdió la alegría de jugar, que cuando niño lo hicieron hombre a punta de hormonas y que la vida le está pasando la cuenta, que está bravo porque Neymar gana más y que por eso no quiere jugar, que se robó varios millones de euros en asocio con su papá a través de la evasión de impuestos. Nada de eso. Lionel tuvo un bajón como cualquiera de nosotros, es cierto. Pero una vez más, la diferencia entre esos monstruos y los demás mortales salió a relucir. Ellos no tienen que hablar de más, no culpan a los demás de sus desgracias ni sacan excusas. No, ellos se sienten retados ante las adversidades y trabajan para superarlas. ¿Qué pasó? Pues que el enano se repuso, volvió a ser el líder de su equipo, a marcar golazos y a batir récords. Ahora prepara su asignatura pendiente: un gran Mundial.
