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Deberes de los hinchas

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Antonio Casale
07 de marzo de 2016 - 02:00 a. m.
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Vivimos en una sociedad cada vez más egoísta. Se habla de derechos y poco de deberes.

El sábado en el Santiago Bernabéu jugaban Real Madrid y Celta. El público protestó. No fue tanto por el primer tiempo deslucido. En realidad fue la consecuencia del desespero de parte de la hinchada por cuenta de una campaña para el olvido. Derrotas como locales ante Barcelona y Atlético, los dos rivales contra los que no se debe perder, aunadas a la tabla que prácticamente los tiene por fuera de la pelea por la liga y un equipo que juega decididamente mal, son la sumatoria de hechos que hicieron que la gente estallara en contra del máximo referente, Cristiano Ronaldo. Los pitos en el Bernabéu son considerados el peor insulto que se pueda presentar contra alguien. Van acompañados de toda clase de improperios. El portugués, a los pocos minutos, se destapó con un golazo y una consecuente acción desafiante. Las manos en las orejas como queriendo decir que ahora ya no oía los pitos después de aquel golazo, fueron consideradas como una grosería inaceptable por parte del público, que tiene el derecho a gritarle lo que sea a su ídolo por el hecho de haber pagado una boleta. Total, con su dinero le pagan el sueldo. Son los dueños de su destino. Al final el Madrid ganó 7-1 y la gente se marchó satisfecha.

Hace unos días sucedió algo similar en Bogotá. Después de aguantar escupitajos, improperios y coros insultantes durante todo el partido, el entrenador de Millonarios, Rubén Israel, se desquitó con todo tipo de gestos desafiantes a la tribuna durante la celebración del gol que le dio la victoria ante el Tolima en Bogotá. La opinión se le fue encima al uruguayo por la misma razón. La gente paga y tiene derecho a exigir.

Dentro de su preparación, los jugadores, entrenadores y demás actores del espectáculo deben aprender a jugar bajo presión y con su propio público muchas veces en contra. Parte del juego consiste en darles la vuelta a las situaciones adversas sin caer en la tentación de la provocación. Deben saber que el público se mueve al vaivén de los resultados. Siempre que una persona desafía a una multitud, lleva las de perder.

Pero el derecho a la protesta que le asiste a la hinchada no puede hacer que se olvide la lista de deberes. El hincha no debe insultar. Esos actos son violentos. Si esos fanáticos se pusieran en los zapatos de quienes reciben sus insultos, todo empezaría a cambiar.

La sociedad está en mora de rebelarse contra la actitud de estos violentos. El respeto debe ir en doble vía.

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