Zidane, para mí, es uno de los pocos habitantes del olimpo del fútbol. De los que he visto, comparte honores con Messi e Iniesta. Dicen que Pelé no puede faltar. No incluyo a Maradona porque su reinado duró poco, su carrera estuvo envuelta en innumerables escándalos y su retiro también. Eso sí, con la pelota era un mago, como sus pares.
Zidane por ejemplo, es un digno representante de la escala de valores que debe promover un genio de su clase. Más allá del cabezazo a Materazzi en la final del Mundial de Alemania 2006, que supuso la última imagen del francés como futbolista, siempre fue elegante, simple, asociativo y resolutivo en la cancha. Sus resultados son lo de menos. Zidane el futbolista fue un ejemplo de vida a seguir.
Sabía que su retiro vendría después de aquel Mundial, aunque bien pudo hacerse unos dólares de más jugando en Catar, China o Estados Unidos. Pero supo decir adiós en el momento justo.
Como entrenador ha exhibido los mismos valores. Nunca se ha ufanado de lo logrado, tampoco inventó o patentó una manera de jugar, ni sus fanáticos bautizaron de alguna manera su método. Lo suyo fue sencillo: saber escoger, saber leer el juego y saber decidir en el momento exacto. Esas son sus principales virtudes.
Algunos, como James o Bale, no tendrán el mejor recuerdo de su paso bajo el mando de Zidane. Pero es que sólo pueden jugar once y en el Madrid alguien tiene que mandar. Precisamente eso en la casa blanca causa un desgaste mayor que en otra parte. Por eso, saber decir adiós, renunciar a lo que en su ego pudo convertirse en sed de más poder, más gloria, más triunfos, es otra demostración de que este tipo de cracks siempre tienen los pies en la tierra. A Zidane no lo echaron como a la mayoría de sus antecesores bajo el mando de Florentino. Zidane se fue, y se fue después de hacer historia con resultados difíciles de repetir. Eso sí, es tan único que manifestó en su adiós que de todos los trofeos cosechados el que más disfrutó fue el de la Liga española. Es un síntoma saludable que demuestra que los grandes valoran más el trabajo del día a día, el que se construye domingo a domingo, que el del reconocimiento universal que supone la obtención de tres Champions consecutivas.
Dijo que no dirigirá otro club y le creo. De las tantas virtudes para aprender de un tipo como Zidane, saber decir adiós es la más noble y también la más difícil de ejecutar.