El Espectador declaró a Clara Juliana Guerrero, bicampeona mundial de bolos como la Deportista del Año. Los cronistas deportivos de Acord se decidieron por la judoca Yuri Alvear, campeona mundial en la categoría de los 70 kilogramos. El Tiempo, por su parte, escogió al campeón mundial de boxeo en categoría wélter júnior de la FIB, Juan Urango.
Triunfos importantes sin duda alguna en cada una de las disciplinas en las que se lograron los objetivos. Lo de ellos en un país entregado a la guerra es altamente meritorio.
Mientras tanto en Argentina, un país tercermundista como el nuestro, con problemas económicos y sociales graves como los colombianos, índices de inseguridad y desempleo en permanente ascenso y una crisis en el sector agrario sin punto de comparación, Juan Martín del Potro, uno de los mejores cinco tenistas del planeta, fue nombrado Deportista del Año superando a Lionel Messi, futbolista del Barcelona y quien lo ganó todo con su equipo.
No es odioso comparar la relevancia en el mundo del deporte entre Clara Juliana Guerrero y Juan Martín del Potro o Lionel Messi. Con dos realidades nacionales parecidas e idénticos problemas de dinero, los argentinos nos llevan años luz en materia deportiva y nadie se cuestiona nada.
Los gauchos no son sólo potencia mundial en fútbol. También lo son en baloncesto, hockey femenino y rugby, además cuentan con importantísimos representantes en disciplinas individuales como boxeo, ciclismo en pista o tenis, donde entre los cien mejores del mundo están ocho deportistas.
Por supuesto que la mentalidad ganadora influye y en esa materia estamos distantes, además porque este factor no se adquiere, se lleva en la sangre; un argentino no pierde hasta que muere. Pero bien podríamos avanzar en otros aspectos como desfutbolizar desde la prensa a nuestra sociedad. Bien es sabido que el balompié atraviesa una de sus peores crisis, y aunque no debemos hacerlo de lado, es hora de tomar más en serio otras actividades que empiezan a generar espejos en sus campeones que bien podrían servir a nuestros niños para cultivar medallas en vez de coca y guerra.
Por otra parte, el apoyo del Estado en materia económica al deporte y la buena utilización de esos dineros sigue siendo muy pobre para un país que se preocupa por acallar fusiles con fusiles y no con balas de paz. Que el ejemplo argentino nos sirva no para mirarlos con envidia, al contrario. Que nos podamos dar cuenta de que el deporte es educación, paz y unión para una nación necesitada de buenas noticias.
