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En el fútbol, como en la vida, gastamos mucho tiempo evaluando el rendimiento de los demás. Para ello utilizamos varios parámetros.
El análisis táctico, el estratégico, el colectivo y la nómina de jugadores con que cuenta un equipo suelen ser, junto con la influencia del técnico de turno, los puntos en los que nos basamos para entender el rendimiento de un jugador.
Sin embargo, esos parámetros no son suficientes. Cómo explicarse, por ejemplo, que Lionel Messi, con la misma base de compañeros con la que lo ganó todo, reforzada por hombres que podrían hacer más fácil su trabajo, como Suárez o Neymar, esté hoy en día tan lejos de su nivel. Casos como el del argentino hay cientos. Imagínense, si eso pasa en uno de los mejores equipos del mundo, con un jugador al que no le hace falta nada y le sobra talento, dinero y reconocimiento, cómo no esperar que suceda en el grueso de equipos del mundo, donde actúan los “mortales”.
La respuesta es evidente y no hay que leer la biografía de Messi ni analizar el funcionamiento del equipo para entenderla. El argentino no se divierte como en otros tiempos. No disfruta con la pelota en sus pies. Alguno dirá que no es fácil ser Messi, como lo afirmó Martino, su exentrenador en el Barcelona y ahora jefe en la selección de Argentina. Otros afirmarán que ser Messi es más fácil que ser un niño etíope a punto de morir de hambre, y aun así es frecuente ver a esos pequeños reír, disfrutar con lo poco que tienen. El caso es que cada individuo es una historia diferente y no somos jueces de la moral para juzgar su estado de ánimo. Lo que es cierto es que mientras Messi no se divierta, no vuelva a disfrutar de su trabajo, va a ser difícil que vuelva a su nivel.
Al otro lado de la vereda están los que hoy disfrutan de las mieles del éxito. Tienen algo en común: desde antes de llegar, cuando tenían sed de gloria, entendieron que si disfrutaban de lo que hacían iba a ser más fácil el camino. En entrevista para este diario, por ejemplo, Teófilo Gutiérrez dijo que el secreto para triunfar en Argentina es disfrutar al máximo la competencia. Hace unos años, cuando el barranquillero era el protagonista de hechos bochornosos por su comportamiento adentro y afuera de la cancha, era evidente que hacía todo menos disfrutar de su trabajo.
Es fácil decir cuando se está en la cima que disfrutar el camino ha sido la clave del éxito. Pero no conozco al primero que haya logrado algo importante en la vida sin divertirse en sus jornadas diarias. En cambio, los que no lo han logrado o los que pierden el rumbo también tienen algo en común: dejaron de divertirse.
