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Entrenador de fútbol, profesión de alto riesgo

Antonio Casale

22 de agosto de 2021 - 09:00 p. m.

Desde hace muchos años, la profesión de técnico de fútbol ha sido de alta rotación. Siempre he pensado que un técnico exitoso tiene que ser muy valiente para imprimir optimismo entre sus dirigidos a sabiendas de que su puesto depende del rendimiento de ellos y siempre están a dos o tres partidos de ser despedidos.

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Manejar un grupo de futbolistas es lo más difícil de dirigir un equipo. No es tanto lo táctico, lo estratégico o lo disciplinario. Es la manera como se trata a cada individuo y en su entorno al grupo. Tener contentos a suplentes y titulares, defensas y delanteros es prácticamente imposible. Es todo un arte.

Pero además de eso, los técnicos de fútbol tienen familia, obligaciones económicas y deseos de estabilidad emocional. Gestionar con ellos mismos no debe ser fácil. La gran mayoría no cuentan con millonarias indemnizaciones y difícilmente encontrarán dos oportunidades si la primera no les sale bien. Viven de los resultados aunque lo único que pueden hacer por conseguirlos es tratar de que su equipo juegue bien.

Por ejemplo, salvo un milagro, a nadie se le ocurrirá contratar al saliente entrenador del Pasto, Giovanny Ruiz. Amaranto Perea pronto será comentarista de televisión y Eduardo Lara escribirá sus memorias. Verlos en un banco de nuevo no será nada fácil, así sus hojas de vida estén llenas de logros.

En medio de ese panorama, seis de los veinte entrenadores que comenzaron la Liga colombiana como técnicos de primera división perdieron su trabajo jugadas seis fechas, con apenas el 25 % del torneo transcurrido.

Para un directivo siempre será más fácil y barato sacar al entrenador que a los jugadores o asumir su responsabilidad a la hora de escoger el personal. Eso sí, respetar procesos tampoco lleva consigo el éxito. O si no mire lo de Júnior. Por primera vez en muchos años intentaron respetar un proceso de largo aliento con Perea, le armaron buenas nóminas y nunca se pudo entender su idea de juego. Al final terminó yéndose y seguramente Arturo Reyes dependerá, como ha sido la constante en Barranquilla, de los resultados, de nada más.

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En fin. Para ser técnico de fútbol se necesita amor por el oficio y una dosis de locura importante. Es la única explicación posible.

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