Italia, junto con Alemania y Japón, fue uno de los grandes perdedores de la Segunda Guerra Mundial. Los italianos llevaron la peor parte en cuanto a lo psicológico.
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La situación los hizo sentir inferiores incluso en lo físico. Tanto en el campo de batalla como en la cancha los pequeños hombres del Mediterráneo eran débiles. En la guerra ante los aliados ingleses y estadounidenses que los invadieron en 1943. En la cancha ante los gigantes del norte del continente que comenzaban a jugar bien. Ellos marcaban diferencia con su biotipo superior.
Fue entonces cuando apareció Nereo Rocco, Il Paron (el patrón). Así le decían al entrenador que popularizó el catenaccio, sistema ultradefensivo empleado en Italia en la década de los cincuenta y sesenta, que consistía en utilizar cuatro defensas en línea y uno libre por detrás de ellos. Toda una novedad en un deporte que hasta entonces era pensado en materia ofensiva.
Rocco convirtió lo anterior en una causa nacional, ayudado por su amigo, el periodista Gianni Brera, toda una celebridad de la época, quien a través de sus editoriales no solamente le puso el nombre al sistema (catenaccio) sino que lo justificó, basado en las debilidades anteriormente expuestas, que afectaban al pueblo italiano como sociedad. De esta manera la gente entendió como propia la manera de jugar atrincherados atrás, esperando el momento para lanzar el ataque. Un juego solidario, colectivo, de fuerza, del sacrificio de un equipo por encima del talento individual. Una manera de jugar y de vivir que reconoce al rival como superior, pero no invencible.
Seguramente lo anterior no hubiera sido más que una linda idea de no ser porque, a pesar de las debilidades, los resultados comenzaron a llegar. Rocco lo ganó todo con el Milán, incluyendo Copa de Campeones de Europa e Intercontinental. Con las mismas maneras Helenio Herrera obtuvo con el Inter logros similares y la nazionale inmortalizó el catenaccio con la obtención de la Eurocopa del 68. Incluso la selección campeona del mundo del 82 y 2006 guardaba los conceptos básicos del catenaccio.
Así, los italianos aprendieron a admirar y tomar como propia esa forma de jugar en la que vieron reflejada su manera de vivir. El catenaccio reivindicó su manera de superar la derrota de la Segunda Guerra como país y refleja a la perfección la pasión que le ponen a todo, desde la gastronomía hasta el fútbol. Italia vive siempre al borde del abismo, pero sabe salir con vida.
En Italia, defender es lindo. La Juventus con su rocosa defensa, mezclada con veloces artilleros como Tévez y dirigidos por Pirlo, es una demostración.
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