La historia del barco capitaneado por Ricardo Lunari en Millonarios ha sido un cúmulo de mareas altas y bajas con buenos y malos manejos. Es preciso mirar esto para analizar con más exactitud el presente.
Cuando llegó, a mitad de temporada del segundo semestre del año pasado, en circunstancias similares a las actuales, tuvo el coraje, o la tontería, depende del punto de vista, de sentarse en el banco a los tres días de su arribo. Lo aterrizó Santa Fe con una goleada y en el resto del campeonato, lejos de levantar vuelo, terminó de enterrarse. Los ahorros logrados por Lillo no alcanzaron para clasificar. En ese entonces se dijo que el equipo no lo armó Lunari, que había que esperarlo. Lo cierto es que en esos partidos fue un desastre en defensa, recibió cuatro veces cuatro goles y en ataque consiguió poco.
Para el primer semestre de este año le armaron a Lunari un equipo con el cual él se sintió satisfecho y prometió título o al menos estar cerca. Cumplió. Después de un comienzo en el que el desequilibrio marcó la pauta, contundente en ataque pero igual de tenebroso en defensa, el equipo logró su mejor performance de la era Lunari y estuvo a un penal de derrotar al posterior campeón para instalarse en la final.
Para el segundo semestre le sacaron a Fernando Uribe y a Román Torres. Al primero lo reemplazaron con Rangel y para el segundo se determinó sanamente darle la oportunidad a Gabriel Díaz. Es la misma base. El problema de la defensa parece no ser de nombres sino de trabajo. Es un equipo que sigue quedando expuesto cuando pierde la pelota, el regreso casi siempre es desordenado, no se hacen relevos, lo toman alargado y le explotan las puntas.
Aciertan las directivas en no dar un timonazo en este momento. El año pasado les salió mal. Cualquiera que se siente en el banco azul va a excusar su responsabilidad y va a pedir que lo midan el otro año. Lo correcto es que la directiva trabaje en dos frentes. El primero es hacerles entender a Lunari y sus jugadores que se juegan su permanencia y respaldarlos en tiempo presente. Muchos jugadores terminan contrato en diciembre y, por lo visto hasta ahora, no quieren que les renueven. El segundo, como debe ser con una empresa que por ahora no da resultados, es ir buscando un DT de peso y una nómina renovada e importante para 2016. Esta base, campeona de 2012 parece haber cumplido un ciclo. Así como el barco de Lunari puede retomar el rumbo como sucedió el semestre pasado, también se puede hundir. Es momento de mostrar gestión.