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El Campín

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Antonio Casale
11 de marzo de 2012 - 08:44 p. m.
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Después de muchos años de lucha, los empresarios de conciertos han conseguido que el estadio de Bogotá sea habilitado para espectáculos distintos al fútbol.

El Distrito, en cumplimiento de la ley de espectáculos, ha soportado su decisión en las pruebas que se hicieron con la gramilla a comienzos de la semana anterior. Todo ha sucedido en medio de voces de protesta, muy respetables por cierto, de quienes temen que la cancha de fútbol sufra las consecuencias de dicha decisión.

Razón tienen en tener miedo quienes protestan. Si tenemos en cuenta lo que ha sucedido en pasadas ocasiones, cuando la gramilla ha terminado en paupérrimas condiciones para la práctica balompédica, y si a eso le sumamos el pedazo de ciudad que tenemos gracias a las últimas administraciones, nada tiene por qué salir bien.

El mismo Campín es un atentado contra una ciudad que se jacta de ser la capital del país. De la maqueta que prometía una gran remodelación, con miras al mundial, a la realidad, hay mucha diferencia. Algunas adecuaciones en occidental, un baño de pintura y locaciones que se inundan fácilmente son el resultado. Las tribunas de oriental y sus baños y accesos ni siquiera fueron retocados. De la cancha ni hablemos; los charcos aparecen con leves lloviznas.

Pero lo anterior no quiere decir que las tecnologías disponibles no puedan ser empleadas para que lo que queda de estadio pueda ser utilizado en otros menesteres sin que la grama sufra más de lo normal. Eso sí, los empresarios tendrían que hacer su propio estudio de las condiciones de la cancha para que después no les endilguen los desastres de una obra que no les corresponde.

En Medellín, hace diez días, tocó Maná; el domingo posterior jugaron DIM y Equidad, y la cancha estaba en perfectas condiciones. En Cali permanentemente se realizan conciertos y la grama del Pascual es de las mejores del país. En el Vicente Calderón cantará Madonna, cinco días antes de la final de la Copa del Rey entre Barcelona y Athletic; eso sí, los cuidados de la grama son asumidos con responsabilidad entre quien arrienda el escenario y la administración, en muchos casos, de índole privada.

Dicen que el bien común debe primar sobre el bien particular. Entre aficionados al fútbol y a la música se suma más gente que si se tuviera en cuenta sólo a uno de los dos bandos. El estadio debe cuidarse para que no suceda lo de otras ocasiones; que se preste una vez al bimestre y sólo para conciertos de máximo dos bandas, no para festivales, puede ser una buena opción. Pero, sobre todo, que entre empresarios y autoridades entiendan que, aunque vetusto, es nuestro único escenario de grandes proporciones, y los ciudadanos merecemos que lo cuiden correctamente.

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