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Los seguidores de Santa Fe disfrutan por la victoria frente a Millonarios en el clásico 267, por los 4 goles anotados y por los 3 puntos, y no es poco para un equipo que no perdía, pero tampoco ganaba.
Lo propio hacen jugadores y cuerpo técnico porque por fin llegó la tan anhelada victoria y no podía ser mejor la ocasión; el partido que todos los hinchas quieren celebrar es el clásico. Pero de ahí para allá, el balance es negativo para los azules y apenas positivo para los rojos.
Por los lados de Millonarios, dicen los jugadores que trabajan toda la semana con ganas y empeño para sacar las cosas adelante en nombre de Richard Páez y de los hinchas. Quienes asisten a las prácticas dan fe de ello. Los delanteros se quedan después del entrenamiento a trabajar definición, y la defensa, en el juego aéreo, hasta levantar chichones en las frentes de los defensas centrales. Pero en la cancha, a la hora de la verdad, los errores son infantiles en zona defensiva y la definición, con excepción de Osorio Botello, es desastrosa.
Entonces no hay más que dos opciones: o los encargados de estas dos materias son limitados futbolísticamente, o la desconcentración y el nerviosismo los hace equivocarse. En cualquiera de los dos casos, hay errores en la contratación de estos profesionales que no han podido marcar diferencia. Los errores en los goles de Santa Fe se pagaron caro porque, todo hay que decirlo, el equipo rojo los supo aprovechar. De momento, los refuerzos de Millos siguen demostrando lo escrito en esta columna hace unos días, son músicos de orquesta de poca monta vestidos con el frac de la sinfónica.
Pero en las toldas cardenales, lo que parecía ser un festín terminó en angustia. En materia ofensiva, donde las cosas no salían, el equipo fue fulminante: 6 tiros al arco y 4 goles. Estudiaron las debilidades del rival y cobraron por ventanilla los errores de la zaga azul. En eso hay virtud además, porque jugadores como Pérez, mientras existan, marcarán diferencia siempre y cuando cuenten con compañeros que les saquen provecho a sus destrezas.
Sin embargo, no se puede entender cómo unos profesionales se relajan de tal manera que, ganando 4 a 0, puedan recibir 3 goles en 25 minutos. Es vergonzosa la debilidad mental de nuestros deportistas demostrada no sólo por los jugadores cardenales en el clásico. Favor recordar lo acontecido con Millos en Barranquilla en diciembre pasado y cientos de capítulos de la historia de nuestro deporte.
Por momentos, el clásico no parecía disputado por tíos y sobrinos de alguna familia tras un asado de integración. Si estos jugadores quieren celebrar títulos, tienen que meterse en la cabeza que no sólo basta con trabajar. Deben aprender que en el fútbol, como en la vida, los pequeños detalles marcan las grandes diferencias. ¡Concentración muchachos!
