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En el proyecto del Presupuesto General de la Nación para 2026 el deporte vuelve a quedar relegado al rincón más frío de las prioridades. El recorte es brutal: de cerca de $468.000 millones en 2025 pasaría a apenas $310.000 millones en 2026. Dos años atrás el Ministerio del Deporte contaba con alrededor de $1,3 billones. Es decir, en dos años se esfuma más de un 75 % de los recursos. Un tijeretazo histórico que refleja con claridad lo poco que importa el deporte a la hora de decidir hacia dónde va la plata de los colombianos.
Las reacciones han existido. Federaciones, atletas, entrenadores, dirigentes y algunos congresistas han salido a protestar. Hubo marchas en Bogotá y comunicados de alerta. Pero lo cierto es que el tema no ha ocupado el lugar que debería en la conversación nacional. No está en las portadas principales, no genera el ruido de otras polémicas políticas, no mueve la opinión pública como cuando se debate un impuesto o se pelea por un ministerio. El deporte protesta, pero el eco es casi nulo. Y esa indiferencia duele tanto como el recorte mismo.
El Gobierno ha respondido con frialdad contable: que hay prioridades más grandes, que hay que recortar para cuadrar cifras, que la plata no alcanza. Y mientras tanto, los programas de formación se quedan sin oxígeno, las ligas departamentales languidecen, la infraestructura se deteriora y los deportistas ven cerrarse las puertas para foguearse en el exterior. La recreación y el deporte como herramienta de salud pública, integración social y construcción de país desaparecen de la lista de urgencias.
No nos engañemos: cuando llegan las medallas o los triunfos internacionales todos corren a colgarse la camiseta o a posar para la foto. Pero cuando toca invertir de verdad, ahí sí nadie se aparece. La doble moral está servida. En este Gobierno, más que en cualquiera de los anteriores, el deporte parece lo menos importante. Y lo grave es que se habla de paz, de cohesión social, de oportunidades para la juventud… ¿pero de qué paz hablamos si se le quita la inversión a una de las herramientas más poderosas para conseguirla?
El deporte no es un lujo, es prevención, disciplina, pertenencia e identidad. Es la manera más eficaz de alejar a los jóvenes de la violencia y de la desesperanza. Es salud, es integración, es orgullo nacional. Por eso duele ver cómo se le da la espalda en el presupuesto.
Lo más triste es que, a pesar de las protestas, este recorte pasará. No habrá marcha atrás. Y el país, que se llena la boca hablando de paz y equidad, seguirá dejando al deporte fuera de la ecuación. El resultado será la pérdida de talentos, de sueños, de cohesión. Ese costo, aunque no aparezca en los balances del Ministerio de Hacienda, será infinitamente más alto que cualquier ahorro fiscal. Si no cambiamos prioridades, perderemos generaciones enteras que podrían transformar comunidades y traer esperanza duradera al país hoy y mañana.
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