Hay jugadores tan talentosos que se vuelven incómodos para los entrenadores, entonces pierden mercado y terminan jugando en países que cuentan con ligas débiles, donde ganan dinero pero quedan ausentes de la gloria deportiva.
Es el caso de Mao Molina, hoy en el fútbol coreano, y de Giovanny Moreno, quien prepara maletas para ir a China.
Las cualidades futbolísticas de Gio son innegables, y aunque después de la lesión de rodilla no ha podido volver a ser el mismo, es un hecho que se trata de un jugador que pone a pensar a los entrenadores. No es delantero ni extremo, pero tiene movilidad; tampoco es volante creativo, pero le sobran las ideas con la pelota; no es un nueve de área, pero tiene gol; no es individualista, pero desequilibra con el balón; no es colectivo, pero es capaz de inventarse con gran facilidad el pase previo al gol. El grave problema de Moreno es que no tiene cabida en ningún sistema táctico convencional. Es todo un reto para cualquier entrenador ponerlo a jugar sin arriesgar su idea, y ese sería un riesgo demasiado alto para un trabajador cuya estabilidad laboral casi siempre está en duda. Los técnicos son hijos de los resultados y los resultados, creen ellos, no son hijos de los riesgos.
Lo propio sucede con Mao Molina, hoy en el débil balompié coreano. De similares características a Moreno, Molina optó por recoger todo el dinero posible en lo que queda de su carrera, festejar casi todos los fines de semana un par de goles, ser la figura máxima de su equipo, divertirse, ser una rockstar en ese país sin que nadie lo critique por ello. A nadie se le ocurre pensar que es un “indisciplinado táctico”, todo lo contrario, es de esos que llevan gente a los estadios y enloquecen a los fanáticos de su equipo.
Guardadas las proporciones, hoy puedo concluir que algo parecido sucedía con Messi en Barcelona, pero le encontraron la vuelta. Si bien es cierto que el argentino ya pintaba para grandes cosas con Rijkard y era un niño cuando el holandés lo dirigió, el enano era un verdadero dolor de cabeza para su jefe. No sabía donde ponerlo. Fue Guardiola quien encontró la manera de armar un equipo sólido en lo colectivo, que jugara para Messi, y a su vez Messi lo hiciera para el equipo. Guardiola se dio la pela de pensar, de arriesgar, y esa fue la base de su gran cosecha. Incluso Sabella en la selección parece estar cediendo ante la singularidad de la pulga y poco a poco arma un gran colectivo, que por fin le saca provecho de una manera poco convencional al argentino.
En épocas de vacas flacas a nivel creativo en la selección, sería bueno que Pékerman no echara de menos el talento de Molina y Moreno, así su presencia le exija al adiestrador argentino ir más allá de lo evidente. Veo difícil que Pékerman haga con Gio o con Mao lo que no hizo con Messi en Alemania: entenderlo y ponerlo. Eso sí, que después no digan que no hay talento para hacer algo distinto. Por ahora, el fútbol nacional ha perdido a dos grandes desequilibrantes del balón, exiliados porque por aquí nadie entiende sus buenas maneras de tratar el balón.