Con 19 puntos, Chile tiene un pie en Suráfrica. Algo que parecía imposible cuando hace apenas cuatro años se lamentaban ellos de estar una vez más, como nosotros, por fuera de un mundial.
Hoy, los colombianos dependemos de un milagro y hacemos cuentas con los dedos de las manos, mientras con los de los pies hacemos chulo para que se repita constantemente el primer tiempo del partido frente a Bolivia. Tras haber cambiado de técnico otra vez en la mitad de la competencia, así como estamos pensando en cambiar de sede, estamos demostrando que el proceso no fue diseñado con una estrategia clara que nos permitiera soñar con ir al Mundial.
Decidieron los chilenos apostarle a Marcelo Bielsa, un personaje cuyo núcleo familiar da cuenta de una formación íntegra toda vez que su padre es un importante abogado, su madre docente, su abuelo fue un reconocido jurista, su hermano fue ministro de Relaciones Exteriores de Argentina y su hermana es ex vicegobernadora de la provincia de Santa Fe. En esa casa hay líderes auténticos y ganadores absolutos, no lo dude.
Pero tener al técnico más revolucionario de los últimos 20 años en el fútbol, al ultra ofensivo Loco, al enfermo del desdoblamiento defensivo-ofensivo donde todos atacan pero si se pierde la pelota todos defienden, a quien no se calla nada y no se deja manejar por nadie, a quien sus equipos hacen entrar en delirio a todos los fanáticos por su permanente búsqueda del arco contrario tiene su precio. Bielsa ordenó remodelar la sede deportiva de las selecciones chilenas, exigió poner cámaras de vídeo en todos los sectores de la cancha principal para seguir los movimientos de los jugadores, vive en el mismo lugar, no permite la presencia de empresarios cerca de las concentraciones, no habla con periodistas, no acepta el cubrimiento de sus prácticas y cobra una fortuna anual. A cambio, modificó la manera de pensar de un país futbolístico, porque Chile no juega a lo que siempre ha jugado, a ganar con lo justo y con miedo, el miedo que caracterizó a una generación posdictadura y cuyo reflejo se veía en lo deportivo, pero ese viejo dicho de Pacho Maturana que decía que “se juega como se vive”, ha sido desmentido por el propio Bielsa. Chile hoy juega, piensa y siente a lo Bielsa, no a lo Chile.
Saber que en Colombia se pensó en Bielsa como seleccionador antes de emprender la aventura mundialista actual, pero cuando su lista de exigencias fue presentada, en lugar de que los directivos se esforzaran en hacerlo viable conformando una verdadera filosofía de fútbol vanguardista y moderno, se decidieron por la fácil, la diplomática y la barata.
Un solo movimiento acertado de los directivos logró que Chile, con el promedio de edad más bajo de la eliminatoria nos desplazara otro peldaño en el escenario suramericano, cosa de locos.