La distancia entre el fútbol colombiano y el chileno en todas las categorías era muy grande a favor de los nuestros hace pocos años.
Para las eliminatorias de 2002 los australes fueron últimos y sus clubes eran el hazmerreír del concierto suramericano, pero lo sucedido a partir de 2005 en la estructura de este deporte en Chile es inversamente proporcional a lo hecho por los colombianos, y a pesar de contar con mejor materia prima, hoy son nuestros clubes los que quedan eliminados rápidamente en los torneos continentales y nuestras selecciones las que siempre quedan por fuera de los mundiales, con excepción, claro está, de la Sub 17, ¿o sub 24?, eso todavía está por verse, pues todo apunta a que Carlos Mario Castro no es el único con edad adulterada en esa selección.
Si el fútbol fuera solamente el resultado de estrategias corporativas destinadas a lograr los objetivos, estaríamos eliminados hace muchas fechas del Mundial de Sudáfrica, pero este deporte le ofrece posibilidades y esperanzas a cualquiera, y por esas cosas de la vida nos jugamos todas las opciones frente a quienes apenas hace 15 años observaban lo sucedido en nuestro fútbol con envidia. En lo futbolístico Chile es inmensamente superior a los nuestros, en lo colectivo y en lo individual, incluso en Santiago nos golearon como en los viejos tiempos lo hacían todos, el momento de nuestros defensas en sus clubes no es el mejor, Guarín y Aguilar andan mejor, pero la luz de esperanza está en el buen presente de algunos en materia ofensiva, como los Giovany, Falcao si juega como delantero o Jackson Martínez. En lo colectivo somos inferiores, pues Lara no ha podido cuajar un equipo como tampoco lo logró Pinto.
Y como en el país del Sagrado Corazón cualquier cosa puede pasar, en una de estas Colombia logra ganar y hacer su primer superpartido en la eliminatoria para así soñar con que Paraguay vuelva a ser permisivo en Asunción y con calculadora en mano logremos acceder al último parto, el del repechaje, pues clasificando al Mundial pasarán inadvertidos los errores cometidos que son los mismos de toda la década: inoperancia ofensiva, rotación de entrenadores y sedes durante la misma competencia, falta de trabajo en lo mental, presencia de empresarios en las concentraciones y, lo que es peor, el silencio de los inocentes, los directivos.