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El último sorbo

Antonio Casale

14 de julio de 2014 - 11:19 p. m.

Nos bebimos el último sorbo de la mejor Copa del Mundo de los últimos tiempos.

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La que ganó el mejor equipo, por mucho, en todos los aspectos del juego, Alemania. Es el justo premio para un proceso serio que ya lleva más de diez años buscando resultados.

La mejor Copa de la historia para Colombia llegó a su final. No sólo por el resultado, que por primera vez nos ubicó en los cuartos. También significó el máximo logro individual de la historia, con la distinción de Superjames como el goleador. Pero lo mejor no fueron los resultados del equipo de todos. Fue la manera como nos representó: salieron a buscar la victoria siempre, sin recaudos, con alegría, convencidos de los objetivos. Jugaron como se vive en nuestro país y tal vez por eso nos unimos todos en torno a ellos, en la victoria y en la derrota. También fue el mejor Mundial para los entrenadores colombianos; la presencia de tres de ellos y lo logrado por Pinto con los ticos demuestran que nuestro problema nunca ha sido la falta de capacidades.

Terminó el mejor mundial del último cuarto de siglo para Argentina, que recibió un justo premio para la dilatada carrera de la mayoría de sus integrantes, porque demostraron que cuando faltan los genios, como sucedió con Messi, bueno es acudir a la cooperación, el sacrificio y las ganas. Los de Sabella, junto a Costa Rica, fueron los máximos exponentes de la táctica defensiva. Quienes también encontramos belleza en esas maneras nos alegramos de que no hayan pasado desapercibidos esta vez.

Hubo lunares, como en todos los procesos humanos. Brasil, el local, el primero de ellos. Los pentacampeones no son ni la sombra de lo que fueron. En su Mundial naufragaron en su propio vómito, del jogo bonito no queda nada. A eso hay que sumarle la impresionante corrupción que rodeó la organización del torneo. Al final ganaron, como siempre en el fútbol, la Fifa y la Confederación Brasileña. Perdieron los que pusieron el billete, es decir, los propios brasileños.

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Haberle otorgado el balón de oro a Messi significa haber cerrado con broche de hojalata un Mundial exquisito en lo futbolístico. Aparte de su actitud, indolente y apática, el argentino no fue ni de cerca responsable del subcampeonato. Malos momentos tenemos todos, pero la disposición es un valor innegociable en el deporte y el enano no la tuvo. Nos tomamos el último sorbo y el guayabo esta vez será bien difícil de superar. El sueño se terminó, el encuentro de 30 días con la niñez se esfumó. Ya volveremos a la realidad del diario vivir. Ojalá sepamos conservar la alegría.

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