Uno entiende que un partido que apenas comenzando se pone uno a cero en contra y Colombia pierde a un hombre cambia cualquier planteamiento inicial.
Uno entiende el miedo escénico que produce debutar en un mundial en jugadores como Dávinson Sánchez o José Izquierdo, sobre todo en los primeros minutos.
Uno entiende que Pékerman puso a los que puso porque son los que mejor vio y ciertamente los tuvo durante 20 días solo para él. Por eso, discutir la formación titular puede ser intrascendente.
Uno entiende que con un hombre menos en la cancha se hace difícil ser el equipo propositivo que el marcador exigía desde el penalti a favor de Japón. Entre más tiempo pasaba más provecho físico sacaban los nipones.
Pero uno no entiende tanta displicencia para marcar. Durante todo en el segundo tiempo Lerma y Barrios apenas hacían sombra, nunca presionaron la tenencia insulsa de pelota del rival. Lo propio pasó con todos los demás cuando tenían que ir a presionar.
Uno no entiende cómo después de lograr el empate, que lucía milagroso a la luz de los hechos, Colombia se dejó sacar el botín tan fácilmente del bolsillo. Que Japón le haga un gol de pelota quieta de costado a Colombia habla muy mal de la zaga nacional, aunque más allá de eso, ellos merecieron ganar por uno o dos goles más.
Uno no entiende cómo Pékerman, que es especialista en tocar al equipo cuando más lo necesita, sacó a Cuadrado de un partido que exigía velocidad por las bandas al recuperar la pelota. Es cierto que había que sacrificarlo a él o a Izquierdo, pero al momento del cambio se veía mucho mejor al de la Juventus.
Uno no entiende por qué tanto miedo ante un equipo que aunque tuviera uno más, era Japón. Los nipones no son y no fueron propiamente un dechado de virtudes.
Uno no entiende la parca reacción después del segundo gol. A los nuestros no se les cayó una sola idea. La pelota, las pocas veces que estaba en los pies tricolor, les molestaba y rebotaba de canilla en canilla.
Uno no entiende por qué si James no estaba para jugar, terminó entrando por Quintero, que mal que bien estaba cumpliendo con su rol.
Uno entiende que todos tenemos un mal día y que ante Polonia, Colombia mejorará porque tiene cómo hacerlo. Por fortuna, los polacos también desentonaron en el debut y tendrán las mismas necesidades de los nuestros.