Al igual que la semana pasada, hago esta columna antes del juego frente a Ecuador para no ser víctima de la calentura del resultado.
En la columna anterior escribí sobre el entorno positivo que José Pékerman ha generado dentro de la selección, logrando blindar al grupo de los ruidos externos para que vivan en un ambiente tranquilo, parecido al que normalmente respiran en Europa, donde juegan la mayoría de los nuestros. De esa manera, junto al trabajo táctico y estratégico, también parecido al que ellos hacen en el viejo continente, el buen juego y los resultados serán pareja más temprano que tarde.
A pesar de eso, el resto del entorno, ese que construimos periodistas, hinchas y directivos, no ha cambiado.
Siguen los políticos, invitados por la Federación, en un acto típico de nuestra sociedad, viajando en el avión de la selección, de fiesta, mientras los jugadores van ‘concentrados’ en otra parte del avión rumbo a la competencia. Así se evidenció en el viaje entre Bogotá y Lima, causando un justo malestar en el cuerpo técnico.
Los periodistas debemos preguntarnos si estamos siendo justos. Cuando la selección de Pékerman gana, buscamos los motivos para ser ácidos críticos. Cuando la de Bolillo perdía jugando de la misma manera, buscábamos excusas para decir que el proceso iba bien. ¿Por qué? ¿Porque Bolillo es un ‘bacán’ y en cambio Pékerman no nos habla? Triste, pero así es. Nuestro trabajo debería ser informar y opinar sobre lo que pasa en la cancha y alrededores, sin ser víctimas de nuestros enormes egos.
Los hinchas, en su mayoría, se desesperan porque Falcao no la mete en la selección o porque los jugadores en sus equipos son unos astros y en la selección se ‘arrugan’. Es mentira, para que Falcao la meta recurrentemente y los demás jueguen como lo hacen en su selección, hay que armar un equipo en todo el sentido de la palabra, acorde con la manera de vivir el fútbol de hoy, y para eso trajeron a Pékerman, tarde, pero lo hicieron.
Para que el proyecto Pékerman funcione, es esencial que todos cambiemos y hagamos un entorno, no necesariamente positivo y siempre elogioso, pero sí acorde con un país en vía de desarrollo futbolístico. Por ahora, seguimos lejos.
