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Entrenadores e hinchas

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Antonio Casale
09 de marzo de 2015 - 01:30 a. m.
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La película soñada es la siguiente: un exjugador, héroe de la hinchada por sus actuaciones en la cancha, vuelve al equipo de sus amores, que está en medio de una crisis tremenda, convertido en entrenador, y ahora, como líder de la banda, alarga esa historia de amor, inmortalizando para siempre su apellido después de coronarse campeón.

Los ingredientes son poderosos. Los ídolos de antaño representan a la hinchada. Los fanáticos sienten que es uno de ellos quien está en la raya. Nombrar un DT con estas características le quita presión a la dirigencia cuando se emprende la causa en medio de una crisis institucional. La gente aguanta a un ídolo más de lo normal, le perdona lo que a otros no les perdonaría, y los hinchas se sienten más que nunca parte del equipo.

La historia del fútbol está llena de casos exitosos. Simeone en el Atlético de Madrid es el más significativo de los últimos tiempos. Ramón Díaz y Gallardo en River, en fin...

Pero ninguno de ellos triunfó por el solo hecho de ser exjugadores amados por la hinchada. Por ejemplo, cuando Simeone llegó al Vicente Calderón ya tenía un recorrido en su profesión bastante amplio. Había sido DT campeón con River, pero al siguiente semestre fue colero. Tuvo campañas brillantes y otras para el olvido dirigiendo a Estudiantes, Racing y Catania en Italia. Desde que era jugador se perfilaba como un gran entrenador, pero al momento de llegar al banquillo del equipo de sus amores para la consagración final ya contaba con la experiencia necesaria para lograrlo.

En la vereda opuesta hay aún más casos de entrenadores que llegaron como ídolos y se fueron como villanos. Inzagui no la pasa nada bien en el banquillo del Milán. Su inexperiencia le pasa factura a menudo. Su equipo es fácilmente el peor rossonero de las últimas décadas. Es muy probable que termine corriendo la misma suerte de su antecesor, Clarence Seedorf, quien en pocos meses acabó con la buena reputación que dejó como jugador.

Escoger un técnico querido por la hinchada por su pasado como jugador es una gran idea, pero el único requisito no puede ser que sea un ídolo. Millonarios está pagando caro la inexperiencia de Ricardo Lunari como entrenador. El Mono es ídolo de la multitud por su fugaz paso como jugador por la capital. Su carisma lo hace un tipo querido, es bonachón y le pone el pecho a la brisa sin poner excusas. Pero aún le cuesta leer los partidos, trabajar al colectivo sin balón para un rendimiento óptimo defensivo y tener la cabeza fría en momentos difíciles. Ojalá, por el querido Mono y por la hinchada de Millonarios, esta historia que comenzó como una película de amor no termine como una de terror. Es hora de que demuestre que su capacidad de liderazgo en el banco es la misma que tenía en la cancha, para así apagar rápidamente la crisis.

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