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Escala de valores de la Euro

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Antonio Casale
24 de junio de 2012 - 09:30 p. m.
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El fútbol no es más que el reflejo de la sociedad. Se juega como se vive. Las diferencias en la escala de valores que hay entre el fútbol de Europa y el de América son dramáticas.

Para la muestra, lo que estamos viendo en la Eurocopa y el contraste con lo que vemos habitualmente por estos lares, contadas excepciones.

Aunque el fútbol de este lado del mundo sigue abasteciendo de talento al europeo, en donde buscan la alegría latina para romper rígidos esquemas, es evidente que cada vez hay más representantes del Viejo Continente que juegan como los latinos, pero guardando los conceptos básicos de su manera de vivir.

No simulan faltas para engañar al árbitro. Los jueces pasan inadvertidos, como debe ser. Incluso, cuando los silbatos se equivocan de manera evidente, los jugadores siguen adelante sin protestar. No queman tiempo ni aun ganando, pues prefieren darle manejo al balón en movimiento.

Los equipos que carecen de individualidades o de capacidades ofensivas colectivas recurren, lejos de la maña, a sistemas tácticos defensivos que requieren de suma concentración, pero no confunden estos conceptos con lo que aquí llamamos juego sucio. No interrumpen el juego desmedidamente y sus jugadores no les hablan en la cancha a sus rivales provocando alguna reacción que pueda terminar en expulsión.

Los juegos comienzan puntualmente y el intermedio dura exactamente los 15 minutos que estipula el reglamento. Hay brotes de racismo y violencia entre hinchas, pero los castigan de manera ejemplar.

Ya en lo futbolístico, España, Alemania, Portugal y la misma Italia se han encargado de imprimirle el sello de alegría que le faltaba al balompié europeo. La diferencia es que allá fabrican el talento; aquí es silvestre, pero no educado.

Europa tuvo que levantarse de entre las cenizas tras la Segunda Guerra Mundial. Aprendieron a convivir dentro de las imperfecciones propias de los humanos, enmarcados en una escala de valores parecida a la del fútbol, que incluye solidaridad, respeto, hidalguía en la derrota, mesura en la victoria, educación y disciplina. Tal vez los humanos necesitamos tocar fondo para aprender a caminar por el carril adecuado, pero en nuestro continente debería bastarnos con el trágico ejemplo europeo y la eterna agonía de nuestros pobres. Por ahora, en materia balompédica, nos alejamos dramáticamente de quienes no hace mucho nos miraban con envidia. 

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