Mientras en Colombia quienes deben hacerse responsables de los fracasos de los últimos diez años siguen haciéndose los gringos, los estadounidenses se afianzan como potencia en un deporte en el que nadie se acostumbra a verlos en la élite a pesar de no ser tierra donde se den futbolistas como naranjas.
Lo cierto es que no nos podemos seguir haciendo los gringos. Después del Mundial de 1994, ellos montaron una liga local donde los jugadores norteamericanos no se pueden profesionalizar en ella hasta que no salgan de la universidad.
Este aspecto de formación académica para muchos hace que pierdan los mejores años de sus vidas deportivas quemando pestañas frente a los libros y haciendo de la MLS una liga semiprofesional. Lo cierto es que mental y deportivamente cada vez son más fuertes.
Landon Donovan y Ricardo Clark son los habituales exponentes de la MLS en la titular del subcampeón de la Copa Confederaciones, el primero de L.A. Galaxy y el segundo del Dynamo de Houston, son baluartes en el engranaje, así como Jozy Altidore, que es el otro estandarte ofensivo. Ellos complementados por un buen arquero como lo es Howard del Everton inglés y su capitán, el defensa Carlos Bocanegra del Rennes francés, junto a Oguchi Oniewu del Standard de Lieja belga, han conformado una buena columna vertebral. Complementándolos, jugadores de ligas de segundo nivel, como mal llamamos en Colombia a las belgas, suecas, danesas y escocesas.
En el banco está desde 2006 Bob Bradley, pero ahí los gringos no se equivocan. Bruce Arena, su antecesor, ocupó ese cargo entre 1998 y 2006 llevando a la selección a los cuartos de final en Corea y Japón 2002. En esta década sólo dos entrenadores han ocupado el cargo de timonel en Estados Unidos, en Colombia seis.
Por todo lo anterior y además de la envidia que me causa ver a Estados Unidos tan bien posicionado en el fútbol de hoy, me causa curiosidad ver cómo los últimos entrenadores de la tricolor han visto despectivamente el desarrollo de la MLS, haciendo que los jugadores que allí actúen sean prohibidos por “pertenecer a una liga de menor nivel”. Mientras nos hacen falta goles, Freddy Montero y Juan Pablo Ángel se cansan de romper redes allá.
Ojalá no sigamos haciéndonos los gringos mientras africanos, centroamericanos, norteamericanos, asiáticos y chilenos nos toman kilómetros de distancia frente a los ojos prepotentes de un país futbolero que todavía se siente en la élite mundial en la que nunca se consolidó.