Una de las definiciones de la Real Academia Española de la lengua señala que estrategia es “en un proceso regulable, conjunto de las reglas que aseguran una decisión óptima en cada momento”.
Siendo la clasificatoria al mundial un proceso regulable, y queriendo lo mejor para la selección de Colombia en este nuevo e improvisado reto, estrategia es exactamente lo que le falta al fútbol nacional en todos los ámbitos.
Clubes que no completan los requerimientos mínimos para conseguir su reconocimiento deportivo ante la mirada complaciente del estado, jugadores que no tienen su seguridad social al día, deportistas que lograron irse a jugar a Europa después de lograr el milagroso salto de charco sin tener el mínimo de formación académica y mental para el éxito, pues en su camino se atravesaron casi siempre empresarios que vieron en ellos cabezas de ganado a las que podrían sacarles mucho dinero, pero nunca repararon en la educación y formación del ser humano. Árbitros aficionados con responsabilidades profesionales, jugadores que simulan faltas con tal de hacerlos fallar a los de negro. Violencia en las tribunas y en las carreteras por culpa del fútbol. Selecciones de Colombia de mayores que se le encargan de manera improvisada a entrenadores exitosos con los juveniles, para después sacarlos por la puerta de atrás.
Nada de lo anterior corresponde a una estrategia coherente que nos permita soñar con un mejor fútbol, y mucho menos con volver a un mundial de mayores.
Aún así el país exige que los jugadores sientan la camiseta, que la hagan respetar y la defiendan como si fuera la vida misma. Es el mismo país que no les garantizó nunca las condiciones mínimas de supervivencia a estos héroes que a punta de patadas encontraron el futuro para sus familias que Colombia como estado no les concedió.
Lo paradójico es que esta nación es tan folclórica, que los jugadores, a pesar de los madrazos, acuden al llamado orgullosos, listos para la batalla, sin quejarse y con el sueño del pibe intacto, seguros de que las cosas se pueden dar, y de pronto se dan, total, en la tierra del Sagrado Corazón, de tanto en tanto, suceden milagros inesperados.
Por ahora solo nos queda apoyarlos, y velas amarillas, muchas velas amarillas.