Hace apenas unos pocos años nos quejábamos del bajo nivel de los extranjeros que venían a nuestro fútbol, pero en los tiempos recientes muchos de ellos han marcado diferencia.
Hay dos posibilidades, o nuestros directivos están finos para contratar, con estrategia clara y siendo conocedores de las necesidades de sus escuadras, y se han convertido en unos magos para encontrar, o el nivel de los criollos es tan bajo que los foráneos se consagran fácilmente. Antes de sacar conclusiones veamos algunos de los casos más sonados.
Johan Fano con sus goles ha llevado al Once Caldas a la final, es tal vez el extranjero que llegó a Colombia en esta década con mejores pergaminos recientes antes de su arribo, pues vistió las camisetas de Universitario y Alianza Lima y es titular en su selección, última de las eliminatorias.
Adrián Berbia ajusta en tres torneos en Colombia, igual número de finales, aunque en sus inicios militó en Peñarol, histórico uruguayo, antes de llegar a Colombia militaba en Juventud Las Piedras.
Ariel Carreño, bastión de la campaña finalista del Once, militó en sus inicios en Boca, San Lorenzo y Lanús, pero antes de pisar nuestro suelo su carrera cambió de perfil dramáticamente pasando a Tiro Federal y San Martín de San Juan.
Miguel Caneo llegó al Chicó desde el Colo Colo donde jugó poco y Gamarra al Cúcuta desde el Libertad paraguayo donde no se hizo imprescindible. Son estos cinco casos los de mayores atributos previos a su parada en territorio nacional donde han encontrado un segundo aire exitoso.
El segundo lote de extranjeros lo integran jugadores que en sus países no lograron que les sonara nunca la flauta. Diego Cochas debutó con River de Argentina pero sus tiempos mozos los vivió en segunda división para defensores de Belgrano, Ferro y Nueva Chicago de donde salió para llegar a Colombia vía Pereira y hoy es vital en La Equidad. Rodrigo Marangoni, estrella del Tolima, llegó a Neiva procedente del Guillermo Brown de Puerto Madryn en Argentina. Pablo Batalla, figura del Cali, llegó procedente del Quilmes de la segunda división argentina, eso sí, alcanzó a militar varias temporadas en Vélez sin suerte y hasta fue a México al Pachuca donde jugó poco. Casos parecidos los de Charles Castro en Cúcuta, proveniente del Deportivo Colonia Uruguayo, o Mario García, el del Chicó, quien arribó desde Central Córdoba de la segunda argentina.
Todos ellos son jugadores que han funcionado en nuestro fútbol. Son del mismo nivel de los que contrataban a principios de década pero antes no se destacaban y ahora sí, lo que nos permite concluir que los que no están a la altura, los que han bajado el nivel son los nuestros, los colombianos. Negro futuro.