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Falcao, su lucha

Antonio Casale

11 de octubre de 2015 - 09:00 p. m.

La selección es una de las pocas cosas que unen a todos los colombianos. Cada vez que el equipo de todos juega, nos comportamos como la sociedad que deberíamos ser, aunque sea por noventa minutos.

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Pero más allá de lo que pasa en la cancha cuando la pelota se mueve, también hay historias que deberían servirnos como ejemplo para nuestro diario vivir. La de Falcao es una de ellas.

El Tigre ya no tiene ninguna necesidad económica, su futuro está asegurado y en su profesión ya logró lo que pocos, de hecho es el goleador histórico. No hay ninguna necesidad de seguir insistiendo. Tiene argumentos de sobra para conformarse en lo material y en lo inmaterial.

Su vida hoy es como la de la mayoría de nosotros los mortales, los que perdemos ocho o nueve de cada diez partidos en nuestra vida o incluso los diez cuando estamos en una de esas épocas en las que nada sale, como la que vive El Tigre. Para nadie es un secreto que su ya dilatada mala racha es una realidad. En el fútbol, como en la vida, se pierde más de lo que se gana. Los héroes tampoco se salvan de ello.

La diferencia es que ante esas adversidades, la mayoría termina tirando la toalla, rindiéndose o simplemente aceptando para siempre con resignación su presente. Otros tantos en cambio prefieren culpar a los demás de las desgracias propias para evadir su responsabilidad.

Falcao no. Falcao sigue trabajando callado, con la fe del que sabe que si quiere volver por la senda hay que trabajar, ya no el doble, sino el triple de lo que lo hacía antes. El Tigre es de esa raza a la que pertenecen unos pocos, en la que ante la adversidad se agrandan, se exigen más y lo hacen con pasión y amor por su oficio. A Falcao no se le ha visto culpar a los técnicos o a sus compañeros de lo que le ha sucedido, por el contrario, con humildad se ha sabido ubicar en sus equipos como uno más mientras todo pasa.

No sé si Falcao vuelva a ser el de antes, ojalá sí. Pero independientemente del resultado de esta crisis, su espíritu de lucha incansable, su paciencia y su sabia manera de manejar esta racha ya son ganancia y todo eso debe servir como ejemplo para una sociedad que, como la nuestra, está cada vez más habituada a la cultura del menor esfuerzo y a caerle al caído desde la cómoda silla del juez que llevamos adentro.

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