Debido a su falta de tradición futbolística, su cultura que es lejana para nosotros, la distancia geográfica, el todavía bajo nivel de su liga y la superioridad económica de la que se valen para hacerlo, pocos miran con buenos ojos la invasión china al mundo del balón. Pero el futuro está allá. Ya nos acostumbraremos.
Los deportes son una manera de demostrar poder de parte de las potencias. En materia olímpica, los chinos ya lo lograron. En 1984 ganaron su primera medalla dorada y se pusieron el objetivo de organizar y ganar a la mayor brevedad unos juegos. Pasaron apenas 24 años para que lo lograran en Pekín.
En fútbol será igual. El presidente, Xi Jinping, es un fanático que cuenta con una envidiable colección de camisetas de sus equipos favoritos. Hace poco dijo públicamente que “el objetivo es volver a un mundial, organizar un mundial y ganar un mundial”.
Para lo anterior, el gobierno ha implementado y financiado 20.000 escuelas en todo el país. Promovió el interés por este deporte en la empresa privada y los magnates son protagonistas de primer orden. Los 1.125 millones de euros que pagó China Sports Media por los derechos de TV de la liga local no solo se han utilizado para llevar a figuras como Hulk, Pelle, Lavezzi o Jackson Martínez. Una gran parte se ha destinado a fomentar programas de formación en las divisiones menores de sus clubes.
También invierten afuera. En manos de empresarios chinos han quedado el Inter y el Milan en Italia. En España, el 20 % del Atlético de Madrid y el 56,2 % del Espanyol. En Inglaterra, el 13 % del Manchester y la totalidad del Aston Villa.
¿Que la difusión no será fácil? Compraron por 1.060 millones de euros la empresa suiza Infront Sports&Media, dueña de los derechos de TV de todas las competiciones FIFA hasta 2022. A propósito, con el aval de la FIFA, a partir de 2017 se disputará todos los años en enero la Copa China, con la participación del seleccionado local y otros tres de primer orden.
Los chinos saben que es más barato comprar la fábrica que el producto. En Colombia ya hay varios empresarios tanteando el terreno para hacerse a clubes de nuestro país. Lo mismo pasa en Argentina, Uruguay y Brasil.
Es mejor cambiar el semblante cada vez que un jugador nuestro firme por un equipo chino, porque así no nos guste, pronto serán primera potencia mundial, también en fútbol.