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Después de una semana en la que el fútbol estuvo enlodado gracias a los escándalos por corrupción en la Fifa, la final de la Champions representó una bofetada para la corrupta dirigencia mundial.
Tanto el Barcelona, campeón, como la Juventus, perdedora, sacaron a relucir la escala de valores positivos que promueve el fútbol. Solidaridad, disciplina, constancia, concentración, estrategia, pero ante todo respeto por el oficio son sólo algunos de ellos. Todos los jugadores que actuaron en Berlín nos hicieron saber una vez más, como para que el libreto no se confunda, que los importantes en el fútbol son los jugadores y los hinchas.
En la cancha se demostró cómo el Barcelona, mientras tenga a Messi en buenas condiciones, acompañado de Iniesta, Suárez o Neymar, podrá jugar al Tiki Taka de Guardiola, a la verticalidad de Luis Enrique o a lo que quiera. Mientras el extraterrestre esté motivado, su equipo jugará con uno de más en la cancha. Ver a Messi es un regalo que debemos valorar. No sé si las futuras generaciones puedan tener el privilegio de ver a uno semejante.
Los románticos dirán que este Barcelona no tiene la mística del de Pep y otros tantos olvidarán que aseguraban que Luis Enrique no tenía ropa para dirigir a este grupo. Lo cierto es que los hinchas “culé” celebran, aún hoy, lo que su equipo obtuvo en la cancha, lejos de los escritorios de sus dirigentes, quienes hicieron que su equipo esté hoy sancionado por la Uefa por malos manejos en la contratación de jugadores menores de edad.
La Juventus, que hace menos de diez años descendió a la segunda división del fútbol italiano por escándalos que comprometieron la obtención de un scuddetto, mediante el amañamiento de partidos para favorecer los intereses de los apostadores, también salió a la cancha jugar al fútbol. Sus jugadores, como buenos italianos, supieron demostrar que aunque se sabían inferiores, jamás se declararon vencidos. Por el contrario, poder disfrutar de las últimas pinceladas de Pirlo en el fútbol de alto nivel y verlo llorar al final del juego, porque aunque ya lo ganó todo todavía tenía sed de más, hizo que se entendiera que los hombres de la “señora vieja” nos transmitieran un poco de ese fútbol que representa a la clase luchadora y honesta de la vida diaria a la que pertenecemos la mayoría.
Son ellos, los jugadores y nosotros, los amantes de este deporte, los que deberíamos servir de ejemplo para quienes quieran manejar la Fifa de ahora en adelante. Las posibilidades de que las cosas cambien son pocas pero si ellos, son capaces de reflejar aunque sea un poco de lo que vimos en la cancha el sábado, el fútbol será en lo que debería ser, una poderosa arma de respeto a las diferencias, el ideal de un mundo mejor representado en un balón.
