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El anuncio de su salida pasó inadvertido. Se va Máyer Candelo, el último gran ídolo azul.
Más allá de los dos títulos orquestados bajo la batuta de su magia, uno de Liga y otro de Copa, gracias a los cuales el gran Máyer se inscribió en la extensa lista de ídolos ganadores con la camiseta de Millonarios, el 10 azul hizo respetar el linaje de la historia por su manera de jugar.
Siempre fue amigo de la pelota, sí, hoy en día parece que la número 5 es enemiga de la mayoría de futbolistas. Máyer dedicó sus días en Millonarios a tratarla bien, a ponerla en el piso, a socializarla con sus compañeros buscando siempre que los delanteros la recibieran en la mejor posición para anotar. También se dio sus lujos, tacos y rabonas que hicieron enamorar a muchos niños de Millonarios, algo no habitual por estos días.
Candelo era capaz de pintar el sol en las noches más oscuras, como en aquel clásico contra Santa Fe en 2012 cuando se lesionó el arquero Ramos y el tiempo se consumía en un lánguido empate que dejaba a Millonarios mal parado en la delgada línea que dividía la crisis deportiva del inicio del camino a la estrella 14. Como casi siempre en los últimos años Millonarios navegaba en el mar de la incertidumbre. Fue sobre el minuto 35 del segundo tiempo cuando el gran Máyer, de media distancia, con la genialidad que Dios les dio a unos pocos, sacó el latigazo que definió el partido y abrió la senda que meses más tarde terminaría con la sequía de 24 años sin estrellas. El triunfo de aquella noche significó el envión anímico que el equipo necesitaba para convencerse de que no había límites.
Más allá de los títulos logrados, Máyer fue siempre sacrificio. Cuando estuvo bajo las órdenes de Lillo, por ejemplo, parecía como si en vez de envejecer estuviera rejuveneciendo, al estilo del curioso caso de Benjamín Button, la película en la que Brad Pitt interpretaba a un hombre que con el paso del tiempo se hacía cada más joven.
No faltará quien aún hoy no le perdone lo que sucedió aquella noche de comienzos de siglo en la que tras fallar un penal, Candelo tiró la camiseta al suelo al salir de la cancha como acto de frustración. Toda una ofensa para algún sector de la hinchada que nunca supo perdonar, como si en sus propias vidas nunca hubieran tirado la camiseta imaginaria en sus labores diarias tras un fracaso para después volver a comenzar.
Gracias Máyer por haberse puesto la diez de Millonarios, por devolverle la grandeza a la hinchada azul y por los títulos que con sus pies forjó.
